No sé que tendrá el tren de alta velocidad, que cada vez que me subo a uno para hacer el recorrido Barcelona-Madrid, me da por escribir alguna cosa. Por ejemplo, Sin novedad en Baquba. Esta vez, volvía un viernes por la tarde, y no pude resistirme al encanto del paisaje que veloz discurría a ambos lados, y me puse a escribir.
Oye, estas cosas no me pasan cuando viajo en avión, apretujado en mi asiento de turista. En fin, ahí va, pa'todos ustedes 'Atrás quedaba España'.
Atrás quedaba España, verde y ocre, desierta y cubierta de vida.
Molinos de viento jalonan su horizonte lejano, al que se llega por sendas ondulantes entre manzanos y vides. Y arriba, su señor el Sol, esparciendo sus bienes desde el espacio. Oh, si girara en torno a la Tierra, sin duda buscaría con la mirada aquel pedazo de tierra que mira a dos mares, y cuando lo encontrara, también sus añejosas facciones, que han visto tantos pueblos levantarse y luego perderse en el polvo.
España atávica y diminuta que cuelga al borde del fin del mundo, se levanta un nuevo día en el que te vas a dejar atrás a ti misma, para volver a nacer como España infinita y deslumbrante, España que corona dos continentes.
Y dime tú cómo te sientes en este perfumado día de primavera, cuando el milano observa desde el azul su territorio. Eres como un campo de amapolas, pintado por el sol. Cuando hoy te vayas a dormir, quizá una osa con sus crías se acueste en algún recoveco y pueda soñar con una mañana nueva. O, a lo mejor, un pequeño lince, que se acaba de topar con una cinta infinita de asfalto negro, pueda por fin reunirse con los suyos.
Ahí viene España. Ahí te la dejo. Ámala, sáciate en ella y luego, como el agua del riachuelo, déjala correr.
Ella sabrá llegar al mar.
Foto de Diego Rodríguez, tomada desde un AVE Madrid-Barcelona. Velocidad, 300 km/h. La deformación de la imagen se debe al sentido del escaneo del sensor del móvil con el que tomé la foto.