Entonces, cada detalle cuenta.
Ahora, para explicaros mejor lo que quiero decir, os voy a contar una historia cargada de detalles; algunos un tanto de leyenda.
El 21 de Septiembre de 1955, James Dean, acabada de rodar Rebelde sin causa, se compró un Porsche Spyder 550/1500 RS y lo llevó al taller de George Barris, autor del batmóvil y apodado por aquel entonces «King of Kustomizers», donde le pusieron unos asientos de tela escocesa, dos líneas rojas sobre las ruedas traseras, le pintaron el número de competición 130 y el nombre que Dean había dispuesto para su nuevo coche: Little Bastard.
Fue bautizado así por Bill Hickman, uno de sus compañeros de trabajo, quizá por un comportamiento que exigía experiencia y habilidad por parte de su conductor o por su intimidante relación peso-potencia. También es posible que se refiriera a un apodo que había recibido el propio Dean durante el rodaje de Gigante.
Presentado en 1954, el Porsche Spyder 550 sería el equivalente a un Bugatti Veyron en nuestros días. Concebido casi exclusivamente para la competición, era un coche extremadamente ligero y esbelto: su motor 1,5 bóxer con doble carburación y una potencia de 125 CV, movía sólo 590 kg de chasis y carrocería de aluminio a una velocidad máxima de 209 km/h.
El coche fue matriculado con el número 2Z77767 y fue uno de los 78 que Porsche entregó a clientes, de un total de 90 producidos. El motor llevaba el nº 90059, la caja de velocidades la nº 10046 y el número de chasis el 5500055.
La compra era una solución temporal para Dean, que deseaba competir cuanto antes y había adquirido un Lotus Mk. X que no llegaría a tiempo para la temporada de carreras. Meses atrás, había roto el motor de un Porsche 356 Super Speedster corriendo en Santa Monica.
Sin embargo, varios de los amigos de Dean, entre los que se encontraban Eartha Kitt y Alec Guiness, le advirtieron de forma premonitoria del fatal destino que correría de conducir aquel diminuto coche.
El día 30 de septiembre de 1955, Dean junto a su mecánico Rolf Weutherich, su amigo Bill Hickman y el célebre fotógrafo de Life, Sanford Roth, que estaba preparando un reportaje sobre la afición del joven actor a las carreras, se dirigieron a Salinas, en el estado de California, para participar en una competición que debía celebrarse en Paso de Robles al día siguiente.
Aunque Dean había previsto transportar el coche en un trailer Ford Station Wagon del 55, decidió a última hora conducirlo él mismo para familiarizarse durante el recorrido. Dean conducía el Porsche con su mecánico Wütherich como copiloto. Les seguía el trailer conducido por su amigo Bill Hickman y el fotógrafo.
La caravana iba siguiendo la Ruta 446 hacia el oeste, lejos de las autopistas, en las que el actor llamaría la atención y no podría disfrutar de su coche. Ese día, tanto Dean como Hickman habían sido multados por circular con exceso de velocidad. Dean por hacerlo 10 millas por encima del límite, y Hickman, conduciendo el trailer, por hacerlo 20 millas.
Hickman comprendía el peligro que representaba el Porsche por su baja visibilidad debido a su tamaño y color plateado, y advirtió a Dean.
Demasiado tarde.
A eso de las cinco y media de la tarde, el Porsche se estrellaba contra un poste en la bifurcación de la Ruta 466 con la 41, a la altura de Cholame, California, al tratar de evitar un Ford Tudor de 1950 de color blanco y negro, conducido por un joven de 23 años, Donald Turnupseed, que se había detenido al girar a la izquierda, cruzándose en el camino de Dean. El sol acababa de ponerse sobre las colinas, y Turnupseed no pudo ver el Porsche que, sin embargo, y según declaró más tarde, no circularía a más de 55 millas por hora.
Según Wütherich, las últimas palabras de Dean fueron «ese tipo tiene que parar,... nos verá...».
Ni Dean ni Wütherich llevaban cinturón de seguridad. Wütherich salió despedido, pero Dean quedó atrapado entre los restos del coche.
Roth, que venía en el vehículo que les seguía, pudo fotografiar la escena del accidente, aunque luego se deshizo de los negativos, que mostraban al propio Dean agonizante, por respeto a la familia.
Dean murió un minuto antes de las 6 de la tarde, mientras era trasladado al Paso Robles War Memorial Hospital, a causa de un politraumatismo. Wütherich se rompió la mandíbula y una pierna, mientras que Turnupseed salía casi ileso.
Ahora, la ruta 466 se llama 66. El punto exacto del impacto, un paraje desolado frente a un bar llamado Jack Ranch Café, ha sido resguardado con un pequeño monumento, aunque la lápida ha sido robada dos veces desde entonces.
Pero volvamos al momento del siniestro.
La compañía de seguros de James Dean se quedó, en principio, con el destrozado Porsche para venderlo a dos médicos de Beverly Hills, Troy McHenry y William Eschrid, amigos y amantes de las carreras, y propietarios ambos de sendos Porsche 550, y que retiraron del coche siniestrado el motor y la transmisión para utilizarlos como recambios de sus propios coches.
Pero el propio McHenry moriría el 24 de octubre de 1956 al estrellar su 550 contra un árbol durante una carrera en Pomona, mientras que el Lotus de Eschrid, utilizando el motor del coche de Dean, sufrió días más tarde un grave accidente al volcar y dar varias vueltas de campana del que Eschrid, afortunadamente, pudo salir por su propio pie, aunque herido de gravedad. Sin embargo, en ninguno de los dos casos se pudo relacionar el accidente con las piezas originales del coche de Dean.
El chásis y otros elementos no adquiridos por McHenry y Eschrid habían sido comprados por George Barris pagando por ellos 2.500 dólares, pero cuando el auto llegó a su taller cayó de la grúa, rompiéndole las dos piernas a uno de sus mecánicos. Barris se asustó y lo mandó a desguace.
Los neumáticos fueron vendidos a un joven neoyorkino, que se accidentó cuando se le reventaron dos ruedas de su coche al mismo tiempo, estando en coma durante varios dias.
Además, dos ladrones se colaron en el taller de Barris donde se guardaba el coche para sustraer algunas piezas y venderlas. Uno de ellos se destrozó el brazo mientras intentaba robar el volante y el otro también se hirió de gravedad mientras intentaba arrancar el asiento manchado de sangre de Dean.
Barris decide entonces deshacerse del coche, pero la Patrulla de carreteras de California le convence para ceder de forma temporal a Little Bastard para una exposición itinerante de seguridad vial como muestra de lo que la imprudencia puede hacer.
Los restos del vehículo son trasladados a un garaje en Fresno en marzo de 1959. Sin embargo, la noche anterior a que lo trasladen a la primera muestra, el garage se incendia, quemando y destruyendo la mayoría de coches, pero no así a Little Bastard.
Durante la segunda muestra en uno de los aniversarios del accidente, en la Sacramento High School, el 550 Spyder se cae del stand y le rompe la cadera a un adolescente de quince años.
Tiempo después, en una nueva exhibición que tendría lugar en Salinas (el lugar donde murió Dean) el camión que transportaba a Little Bastard sufrió un accidente al colisionar con otro vehículo, lanzando despedido por el parabrisas a George Barkuis, su conductor, con tan mala fortuna que el Porsche resbaló y le cayó encima, matándolo.
Se dice que el coche se cayó otras dos veces del camión que lo transportaba. Una vez en una autopista, y otra en Oregon.
Todo termina, por ahora, en 1960, cuando la carrocería es trasladada a Miami para una muestra. Durante el regreso en tren a Los Angeles en un contenedor sellado, los restos desaparecen sin dejar huella.
Durante el 50 aniversario de la muerte de Dean, se ofreció una recompensa por esos restos. Pero nadie se acercó a reclamarla.
Todos estos infortunios que he relatado, así como los detalles que los acompañan, han sido recopilados de diversas fuentes en Internet, eliminado los más dudosos o contradictorios.
Ahora, díganme. ¿Estaba el coche maldito, o era el propio Dean el maldito?
Aquellos a los que alguna vez llamó sus mejores amigos (Natalie Wood, Sal Mineo, Nick Adams), incluso el mecánico que le sobrevivió en el accidente, murieron años después de forma violenta.
Los detalles cuentan.
* * *
Para algunos, la joven neoyorkina Elizabeth Woolridge Grant, de nombre artístico Lana del Rey, es sólo un montaje a medio camino entre Lady Gaga y Madonna.
Pero para mí, es algo más. Es la interprete de Blue jeans, la pieza perfecta para esta historia un tanto sobrenatural sobre la eterna juventud, que tambien le debe su perfección dramática a Emile Haynie y Daniel Heath. Escúchala conmigo, pero no pierdas de vista ese Ford Tudor blanco del 50.