Y quizá a media humanidad, con sus correspondientes animales de compañía. ¿Y cuál es el motivo de tamaña acusación para uno de los más influyentes filósofos de la historia? Pitágoras, como creador de un movimiento filosófico que destacaba la supremacía de las ideas sobre los hechos, influenció a Platón, y allanó el camino para sumir a la humanidad en un oscuro periodo de muchos siglos en el que se despreciaban las pruebas del mundo físico.
Sagan se preguntaba qué hubiera sido de la ciencia de haberse invertido el resultado. Quizá la teoría de la relatividad hubiera sido descubierta en el siglo XV. Quizá muchos hubieran sido los avances en física y matemáticas. Pero de una importancia mucho mayor hubieran sido los avances en medicina, en ciencias de la vida.
Que hoy, en pleno siglo XXI, estemos luchando contra el virus de la gripe, o que nos sintamos impotentes frente al crecimiento desordenado de las células, y debamos ver morir tantos seres queridos mientras tantos imperios se han alzado y derribado, me avergüenza. Siento nauseas. Y quiero saber quién pudo haber influido en este estado de cosas.
Carl Sagan falleció a los 62 años, en las postrimerías del siglo XX, de una simple anomalía en el desarrollo de las células sanguíneas. Estos días, en mi casa nos consumimos viendo a nuestro querida mascota agotar sus últimos días mientras nada podemos hacer para detener el avance de un tumor.
Hace dos mil quinientos años, en Crotona, en la costa oriental de Calabria, Pitágoras moría a los 75 años, ajeno, naturalmente, a las consecuencias de sus ideas y de la influencia que éstas tendrían sobre miles de generaciones futuras.
¿Qué nos queda, pues? ¿Abrir una zanja, tumbarnos dentro y sepultarnos? ¿Acurrucarnos en una esquina para dormir un sueño eterno?
No. De proceder así, contraeríamos la misma responsabilidad que nuestros antepasados contrajeron con nosotros por su acción u omisión. Debemos recuperar el tiempo perdido, en homenaje a todos aquellos que lucharon por ello en el pasado, y que no llegaron a ver recompensado su esfuerzo, creando así un futuro mejor para nuestros descendientes.
Ojalá que alguien, dentro de mil años, pueda decirle a su hijo: «Afortunadamente, nuestros antepasados ya pensaron en este problema, y encontraron una magnifica solución. Rindámosles homenaje».
Que así sea.