lunes, enero 27, 2025

Entre un psicópata y un narcicista, ¿qué escogerías?

La geopolítica se ha convertido en escoger el mal menor. Oriente parece dominado por personalidades fuertes, muy fuertes, autocráticas, incapaces de conectar emocionalmente con sus ciudadanos. Occidente se ha entregado a narcisistas mesiánicos, que precisan de la exposición permanentemente en televisión y redes sociales. En medio, el ciudadano de a pie, mira incrédulo, horrorizado, sin saber qué ha sido del sentido común.


¿Quién podría hacer tratos con estadistas que consideran el uso de la fuerza como un signo de inteligencia? ¿Quién confiaría en sistemas políticos que invierten el sentido de marcha cada cuatro años? Estamos en la dictadura de las emociones, la llave para manipular masas fácilmente. Y de todas, el miedo es la más eficaz. Unos prometen regresar a paraísos perdidos, imperios del pasado, o artículos tan evanescentes como la libertad. Así es como Gran Bretaña se engañó a sí misma con el Brexit. Así es como Rusia ha ido sumergiéndose en una espiral de conflictos que la han ido alienando como potencia. Así es como Estados Unidos de América, incluso tras cuatro años de desastrosa experiencia previa, ha entregado aún más poder a Donald Trump.

Las redes sociales han amplificado el poder que la televisión otorgó a los políticos desde su inicio. En lugar de favorecer la verdad, han multiplicado la manipulación. No, esta situación no es la "reacción de la derecha" a ninguna "infección de la izquierda", como he oído por ahí. Izquierda y derecha usan el populismo una y otra vez. Acaso la única diferencia sea la medida en que ambas se apoyen en la cosa pública.

Proporcionar dos datos correctos no aumenta la probabilidad de que el tercero lo sea. El ciudadano común no debería renunciar a su sentido común para abrazar ideologías que le prometen simplificar su toma de decisiones. Inmigrantes, ¿sí? Inmigrantes, ¿no? Aborto, ¿sí? Aborto, ¿no? Impuestos, ¿sí? ¿no? Está claro que la burocracia no es buena para ninguna sociedad. Tampoco puede serlo dar rienda suelta a la iniciativa empresarial sin control, cegada por los beneficios a corto plazo.

El turismo sanitario hacia países con seguridad social puede hacer tambalear el mismo edificio de la sanidad universal, pero la respuesta no puede ser entronizar la sanidad privada.

Está claro que los análisis cuantitativos no son la panacea cuando se buscan soluciones a problemas sociales o políticos, pero cegarse por discursos simplistas sobre la libertad, renunciando a las perspectivas a largo plazo, puede ahondar el problema. Es verdad que muchos políticos gozan de extraordinario poder sobre enormes cantidades de dinero, sin haber acreditado nunca el más mínimo talento para generar riqueza. Pero también es cierto que los empresarios lo son porque prefieren el beneficio individual al colectivo. Puede que durante cierto tiempo mantengan la ilusión de que ambos pueden coexistir, o incluso apoyarse mutuamente. Antes o después, sin embargo, el empresario deberá escoger entre uno u otro, y su impulso primero se revelará con toda su fuerza. Y es que no se puede despedir o dirigir ciudadanos con la misma facilidad que trabajadores.

Entre un psicópata y un narcisista, escoge siempre la razón. Es solo un consejo.