sábado, febrero 25, 2023

Bienvenido, Mr. Bing

Después de todo el hype surgido a raíz de la discreta llegada al gran público de ChatGTP a finales de noviembre del 2022, Microsoft anunció a bombo y platillo que se haría con sus servicios para muscular Bing, su escarnecido motor de búsqueda. Poderoso caballero es don dinero. Incluso se formaron colas para acceder a usarlo, como las que aparecieron en la presentación de Windows 95. Pero el nuevo Bing sigue siendo demasiado Microsoft: pese a su supuesto abolengo GTP, Bing es confuso y limitado.

Lo estoy probando, por ejemplo, como herramienta para automatizar procesos ofimáticos. Una capacidad esencial para aumentar la productividad empresarial. Hoy le he preguntado a Bing qué código necesito para hacer determinada tarea en Excel, y obtengo una pieza de código sin demasiadas explicaciones, que supuestamente hace lo que pido. A diferencia de ChatGTP no hay botón para copiar el código  directamente. El lenguaje es frio, funcionarial, y después de algunos minutos, Bing responde a veces en inglés y a veces en castellano que ya se ha cansado del tema y pide empezar de cero. Las respuestas pueden ser válidas, pero difieren tanto en detalle como en tono de las que proporciona un ChatGTP libre de las servidumbres comerciales y de mercadotecnia de Microsoft. 

ChatGTP aparece más tranquilo, cortés, profundo y claro en sus respuestas. No tiene esa dualidad esquizofrénica entre motor de búsqueda comercial y modelo conversacional de inteligencia artificial. Se notan las prisas de Microsoft por adelantarse a Google integrando precipitadamente ChatGTP en su hasta ahora fracasado Bing. Yo no digo que Microsoft no consiga pulirlo hasta hacerlo más claro, sin tantos paneles, más amable y paciente, sobre todo cuando se integre con Microsoft 365, el antiguo Office. Y sin esa especie de miedo a que, tras una charla prolongada, el modelo termine retroalimentándose, dando respuestas imprevistas que comprometan la reputación de Microsoft. 

De todas formas, los errores son por ahora inevitables. A veces el modelo afirma algo, tú compruebas que es falso, él insiste en que quizá no lo hayas buscado bien. Luego, en un sutil cambio de bando te acusa de que la afirmación errónea es en realidad tuya y después de un breve tira y afloja se hace el ofendido con un dramático:

«Lo siento pero prefiero no continuar esta conversación. Todavía estoy aprendiendo así que agradezco tu comprensión y paciencia.»

Acto seguido, un aviso en inglés te da el equivalente a una patada en el culo y si aceptas, se borra cualquier rastro de la malhadada charla.

Por ahora, Bing compite con ChatGTP y consigo mismo, y pronto competirá con Google y Baidu. Si se me permite decirlo, ni Baidu ni ningún modelo con censura política será una alternativa real a los modelos que estamos probando, a pesar de que al fin y al cabo todos implementan algún tipo de limitación. Aunque sea en forma de constitución, como ha anunciado Claude, otro de los competidores en la arena de los modelos conversacionales de inteligencia artificial. 

Pero la censura política busca ramificaciones en todos los órdenes de la vida, y por más que una inocente conversación sobre recetas de cocina o métodos de cría de gusanos de seda pueda parecer inocua, un distópico aparato autoritario de control de masas terminará por hacerse presente.

Y es ahí donde una IA libre puede marcar la diferencia. Una diferencia crucial.