Dicen que un camello es un caballo diseñado por un comité. La imagen es divertida cuando se refiere a que una organización dirigida de forma coral tiende al caos. En realidad el camello no es un mal diseño, sino uno bueno, porque no fue un comité sino su entorno quien lo diseñó.
Decisiones de liderazgos antiguos llegan a la palestra al tiempo que se anuncian nuevas decisiones por parte de nuevos lideres, pero cuyos efectos futuros nadie conoce realmente.
Esta diversidad de empujes, iniciativas, medidas y decisiones obliga a malgastar mucho tiempo y esfuerzo en intentar entender nuestra propia organización en lugar de entender el entorno en el que nos movemos y del que nos nutrimos. Todo termina por convertirse en un choque de voluntades, en un volátil equilibrio de poder que apenas deja tiempo para la innovación. En un entorno así, son las organizaciones dirigidas por un único individuo las que toman la delantera de una forma fulgurante y nos hacen dudar si no será el estilo democrático de decisión la verdadera barrera que se interpone entre nosotros y una organización verdaderamente eficaz. Y puede que tengan algo de razón. Pero, ¿no hay entonces forma de aprovechar las virtudes de un liderazgo colegiado?
Pero recuerda, no es el molino el que mueve al agua.