miércoles, enero 12, 2022

No cambio. Solamente miento mejor.

Los investigadores en neurociencia suelen hablar de respuestas al peligro que oscilan entre presentar batalla y salir corriendo. Pero incluso organismos muy sencillos añaden un tercer mecanismo de defensa: el engaño.


El tema comienza en la más tierna infancia. La conducta del niño, presionada contra el molde social, intenta rebelarse y revelarse hasta que descubre que es mucho más eficiente en términos energéticos no luchar, ni mucho menos huir. Lo mejor es una buena mentira. Las mentiras empiezan a apilarse configurando ristras de protocolos que le permiten manejarse por las redes sociales (las de verdad y las otras) sin necesidad de renunciar a los valores y principios que a estas alturas ya tiene firmemente establecidos en su personalidad. Y así será durante el resto de su vida mientras una situación absolutamente excepcional no le obligue a tirar de reacciones reflejas. Esas que todos llevamos pre programadas para casos donde no valgan consideraciones sociales, ni reflexiones ni tomas de postura política. Es decir, donde haya que decidir si luchar o huir. Y hacerlo rapidito.

Afortunadamente, ese tipo de situaciones excepcionales son eso: excepcionales. Un individuo puede pasarse la vida a cubierto de indiscreciones sobre su fuero interno. Puede incluso forjar un personaje diametralmente opuesto a sus más íntimas convicciones. Y hacerlo con tal fidelidad, que llegue a olvidar quien realmente es. A veces, siguen representándolo con sus seres queridos, e incluso ante el espejo.

También es posible que exista alguien muy especial con quien esta persona pueda quitarse la máscara, pero para ello debe sentirse segura, o no darle importancia a no sentirse segura. Como la mentira es solo otro truco para sobrevivir, es posible que ante un sentimiento tan fuerte como para olvidarse de la supervivencia individual esta persona pueda también olvidarse de mentir. Pero personalmente creo que esta situación es la más excepcional de las situaciones excepcionales que una persona pueda vivir.

Por ese motivo, la próxima vez que te veas rodeado de gente, recuerda que todos están representando papeles, los roles que se les supone deben interpretar. Recuerda también que una de esas personas eres tú.

No cambiarás, pero mentirás mejor.


La imagen que ilustra este artículo, cortesía © Vurdlak. Mighty Optical Illusions 2006.