Cementerio de los imperios, así de pomposo llaman a Afganistán aquellos que considerándose potencias han intentado con uno u otro pretexto hacerse con el control de un territorio no mucho más grande que el de la Península Ibérica, pero dominado por fieras madres.
Pero presuponer esto es tanto como presuponer que los muyahidín o los talibán no han nacido de madre. De hecho, absolutamente todos han nacido de una mujer. En Afganistán habrá en general unos 105 varones por cada 100 mujeres, pero esto es fruto de que más de mitad de la población es menor de 18 años, un rango de edad donde los varones superan ampliamente a la mujeres. Luego, en la edad adulta y como suele ser el caso, la mayor longevidad femenina invierte esta relación.
Con tanta población sometida al régimen del núcleo familiar, la influencia de las escuelas coránicas en formar, o mejor dicho, desinformar a las niñas, queda un tanto en entredicho. En el hogar, las mujeres asumen de forma bastante natural el papel de Muhaddithas, y lo hacen en un periodo crítico en la formación del sistema de creencias y valores de niños y niñas. Son ellas, por tanto, quienes consciente o inconscientemente perpetúan el patriarcado, imagino que desde lo que entienden son sus propios intereses.
Por supuesto que en el corto plazo la mayor potencia física del hombre puede imponer su ley, con el músculo o con el Kalashnikov. Pero a la larga son las mujeres quienes, como en todos lados, conforman su visión del mundo.
Quizá sea una Lisístrata de nuestro tiempo quien deba amonestar a esos niños crecidos y barbudos que se han tomado tan en serio la idea de que una mujer es algo así como un juguete tan valioso que debe mantenerse encerrado en una alacena, privado de derechos y aire.
Porque, como canta el poema de William Ross Wallace, es la mano que mece la cuna la mano que gobierna el mundo.
Foto: Reuters