En una entrada anterior habíamos hablado de ese curioso mecanismo, ese al que algunos podrían alegremente bautizar como la manía de llevar la contraria. Sí, esa locura que conduce a las sociedades avanzadas a autodestruirse yéndose ellas solitas a los extremos. Y es que nada es más atractivo que el abismo.
Es por eso que a veces es una estrategia totalmente ganadora aferrarse al radicalismo del término medio, a la inflexibilidad de la flexibilidad, a la polarización al centro. Seamos sinceros. Ningún coche se vende con un volante que sólo gira a izquierda o derecha. La naturaleza no perdona a aquellos de entre sus hijos cuya asimetría les permite a sus depredadores ahorrarse parte del esfuerzo de anticiparse a sus movimientos. Pero es que incluso los ajedrecistas saben que el tablero se domina desde el centro, porque en los flancos te limitas tú solo, te vuelves predecible, vulnerable, propenso a la defensa a ultranza, y sin capacidad real de dominar todo el juego.Poniéndome en modo bíblico, en suma, ay de aquellos que han preferido dejarse llevar hacia los extremos. No tardarán en sufrir las consecuencias de haber dimitido de su condición de seres racionales, que no se llaman así por serlo sino por su mera capacidad de serlo de vez en cuando. Y entonces, cuando sean víctimas de sus excesos buscarán de nuevo refugio en esa dorada mediocridad, Aurea mediocritas postulada por Téano, la esposa de Pitágoras. Qué otra cosa es la belleza, sino proporción, simetría, armonía.
Pero la moderación no es el punto medio entre dos excesos. No es renuncia al cambio, no es cobardía, muermo o aceptación mansa y sometimiento. Es todo lo contrario. Es el camino que nos permite avanzar sin despeñarnos en un mundo cambiante y a menudo bordeado de excesos peligrosos. Se suele decir que las guerras constituyen oportunidad de cambio, que a la larga son beneficiosas, pero es una afirmación grotesca. La motivación para el cambio no debe venir de una guerra ciega contra tus semejantes, sino del despertar de una conciencia basada en el hecho de que la raza humana vive en un mundo hostil, que por momentos parece estar esperando que nos destruyamos para disputarle nuestros despojos a la vegetación.
Si sobrevivimos será por haber sido capaces de encontrar ese camino medio por el que transitan los hombres sabios. Y las mujeres, que no necesitan de ninguna cualidad adicional para encontrarlo pese a que a veces parezcan jugar a ignorarlo.