La percepción del mundo va cambiando, y tendemos a mirar al pasado usando lo que ahora sabemos. Y lo que a veces vemos nos descoloca.
El descubrimiento de América
por parte de los europeos se produjo. Poco importa que hoy lo califiquemos de invasión
imperialista o genocida. Muy probablemente los pueblos que se encontraron los
primeros conquistadores (término histórico) no habían logrado el control de sus
territorios sobre otros pueblos por métodos democráticos. Al fin y al cabo,
también la península ibérica había sido antes invadida innumerables veces. Pero
hoy, desde la comodidad de nuestros domicilios conectados a internet nos creemos
dueños del derecho a juzgar la historia. Y lo hacemos con toda la soberbia del
que cree que lo sabe todo. Internet no solo nos permite saber muchas cosas:
también nos permite escoger qué saber. Y escogemos ser inflexibles con un pasado
que dibujamos a nuestro antojo. Imaginamos pueblos bondadosos, generosos y
ecológicos agredidos por pueblos malvados, avaros y atávicos.
Es un esquema del
mundo simple, comprensible, perfecto para asignar los papeles que necesitamos
ver representándose en el teatro al que muchas veces reducimos nuestra vida.
Ahora estamos dispuestos a aceptar que la inmensa mayoría de las películas de
Disney, las mismas que convirtieron a una generación en amante de los animales,
eran en realidad burdos retratos de estereotipos machistas, racistas o
supremacistas. Acabamos de descubrir que muchos, sino todos los personajes
históricos mostraban cierta incomprensión frente a los colectivos LGTB en sus
variantes intersexuales, transexuales, transgénero o queers. Para mi es muy
difícil sentir admiración por una representación escultórica de un grupo de
pilotos de bombardeo a los que el pueblo británico debería rendir tributo por
haber convertido en cenizas a centenares de miles de civiles alemanes, pero
ellos lo ven como el sacrificio de un grupo de jóvenes para derrotar al
fascismo. Pero, y la historia... ¿cómo lo verá?
Nosotros mismos seremos juzgados por
nuestros descendientes, que probablemente nos tomarán por estúpidos y asesinos
por haber provocado el calentamiento global, por comer carne de animales, por
seguir fabricando armas, por convertir a los países pobres en fábricas de los países ricos, por creer a tantos mentirosos, por adorar a un jugador
de fútbol en lugar de investigar contra el cáncer. Sí, nosotros también
seremos examinados bajo la luz de un mundo futuro. Y ellos también se
encontrarán en el mismo callejón sin salida.
Se encontrarán con el hecho irrefutable de que renunciando a nosotros, a este pasado imperfecto, imperialista y homófobo, renuncian a su propio futuro.