miércoles, abril 08, 2020

No abandones tu zona de confort

Si yo fuera su coach no le recordaría a una persona frustrada que si quiere resultados diferentes debe hacer cosas diferentes. Suena a disparo en la oscuridad. El buen general no hace cosas diferentes ni tampoco hace cosas iguales: hace lo que es necesario en cada momento para conservar su independencia. Solo así se conquistan nuevos territorios. Nuevas zonas de confort.


Muchos cursos de motivación se basan en el concepto reduccionista del monomito: una historia de superación personal que encarnada en mil personajes míticos o religiosos se repite por toda la cultura humana desde sus albores. No importa lo lejos que nos movamos en el espacio o en el tiempo, siempre encontraremos relatos que nos hablan de cómo alguien se erigió en salvador de los suyos, un poco sin pretenderlo, y a veces incluso contra su propia voluntad. Pero, claro, el suyo era un destino impuesto por su propia estirpe. Y nada se puede hacer contra el destino, salvo cumplirlo. Así es como los instructores nos descubren que acaso nosotros mismos seamos como pequeños mesías en busca de una profecía que cumplir.

Sin duda, para descubrir cuál es nuestra propia profecía tendremos que asumir ciertas incomodidades. Pero yo creo que no hemos llegado hasta aquí para asumirlas. Las hemos asumido para llegar hasta aquí. El ser humano es una especie en lucha permanente por su supervivencia, pero que aspira alcanzar su zona de confort. Huir de esa zona solo puede resultar de un preciso cálculo de riesgos y beneficios, pero no del llamado sesgo del superviviente: Concentrarse en los pocos que triunfaron en algo ignorando las multitudes que fracasaron. Es un sesgo muy normal porque nadie quiere a los perdedores. Vale, no los quieras, pero tampoco los ignores. Suena un poco evangélico, pero es que son los perdedores quienes tienen la clave del éxito.

El problema es que si nos centramos en los pocos que triunfan, por más gloriosas y motivacionales que sean sus historias, las probabilidades de fracaso serán aún mayores. No hay ninguna necesidad, salvo pretenderse carne de guión cinematográfico, de saltar al vacío buscando el golpe de suerte.

No se trata de ganar batallas, sino la guerra.