L‘encre de l’espoir s’est asséchée
Es martes, 25 de septiembre de 2018. Hayat ha decidido embarcarse clandestinamente en una patera con destino a España. El mar está en calma. Es un recorrido corto, aunque no exento de riesgo. Marruecos quiere demostrar que controla sus fronteras, que lucha con la emigración clandestina. Ha dispuesto patrulleras armadas frente a sus costas para impedirla. Pero Hayat no puede más. Está estudiando derecho, y quiere ser abogado para defender la causa de la justicia, y de paso ayudar a su familia. Su madre trabaja en una fábrica de pescado y su padre está en paro.
Deja atrás Tetuán y Martil, donde estudia en la Universidad de Abdelmalek Essaadi. Antes había ido al colegio Kadi Ayad, pero ahora solo quiere alcanzar Europa y reunirse con su tía.
Según la Marina marroquí, la embarcación neumática desoye la orden de detener la marcha que le lanza una patrullera. El procedimiento en estos casos es hacer algunos tiros intimidatorios, y en caso de no responder, disparar sobre el motor. No es fácil. Es una lancha en movimiento, aunque aparentemente no hay nadie a bordo excepto el piloto. La patrullera decide abrir fuego. Según el informe oficial, la arrogancia del perseguido no tiene límites. Después de intentar intimidar a la patrullera mediante arriesgadas maniobras la lancha termina por colocarse precisamente en su campo de tiro. Qué mala suerte. Pero a bordo hay muchas personas escondidas. Una ráfaga amputa el brazo de uno de los emigrantes. Otra hiere en el estómago a Hayat. En el hospital de Mdiq se certifica que está muerta.
Esta noticia pronto deja paso a otras muchas en la prensa marroquí y española. Quizá por eso decido apuntar minuciosamente aquí todos los datos. Sé que este drama se repite continuamente aquí y en otras partes del mundo, pero no quiero que se olvide nunca más a Hayat. No quiero que se seque la tinta de su esperanza.
Es que Hayat significa Vida.
Así recibe Hayat Belkacem las visitas en su página de Facebook. Tiene 22 años. Es alegre y se siente dispuesta a todo.
Es martes, 25 de septiembre de 2018. Hayat ha decidido embarcarse clandestinamente en una patera con destino a España. El mar está en calma. Es un recorrido corto, aunque no exento de riesgo. Marruecos quiere demostrar que controla sus fronteras, que lucha con la emigración clandestina. Ha dispuesto patrulleras armadas frente a sus costas para impedirla. Pero Hayat no puede más. Está estudiando derecho, y quiere ser abogado para defender la causa de la justicia, y de paso ayudar a su familia. Su madre trabaja en una fábrica de pescado y su padre está en paro.
Deja atrás Tetuán y Martil, donde estudia en la Universidad de Abdelmalek Essaadi. Antes había ido al colegio Kadi Ayad, pero ahora solo quiere alcanzar Europa y reunirse con su tía.
Según la Marina marroquí, la embarcación neumática desoye la orden de detener la marcha que le lanza una patrullera. El procedimiento en estos casos es hacer algunos tiros intimidatorios, y en caso de no responder, disparar sobre el motor. No es fácil. Es una lancha en movimiento, aunque aparentemente no hay nadie a bordo excepto el piloto. La patrullera decide abrir fuego. Según el informe oficial, la arrogancia del perseguido no tiene límites. Después de intentar intimidar a la patrullera mediante arriesgadas maniobras la lancha termina por colocarse precisamente en su campo de tiro. Qué mala suerte. Pero a bordo hay muchas personas escondidas. Una ráfaga amputa el brazo de uno de los emigrantes. Otra hiere en el estómago a Hayat. En el hospital de Mdiq se certifica que está muerta.
Esta noticia pronto deja paso a otras muchas en la prensa marroquí y española. Quizá por eso decido apuntar minuciosamente aquí todos los datos. Sé que este drama se repite continuamente aquí y en otras partes del mundo, pero no quiero que se olvide nunca más a Hayat. No quiero que se seque la tinta de su esperanza.
Es que Hayat significa Vida.