domingo, octubre 23, 2016

Confío en ti

Los aneagramas dicen ser capaces de clasificar a las personas en grupos según sean antipáticos, apáticos o empáticos con los demás, y según pretendan dejarse guiar por la razón, las emociones o los impulsos de su fuero interno. Todas las combinaciones son posibles, así que tenemos nueve tipos básicos de actitudes ante la vida. Pero las actitudes son sólo la punta del iceberg por lo que corresponde a la personalidad.


Aunque todos aspiramos a la realización personal, lo que esto representa y lo qué estamos dispuestos a dar para obtenerla es algo mucho más oculto. Oculto quizá por ser conscientes de lo estratégico que resultaría su conocimiento para los demás y por el potencial manipulador que les otorgaría, no importa lo puros e inocentes que tanto nuestros valores como los demás nos puedan parecer.
El arte de la guerra es el arte del engaño, pero en toda guerra lo primero que hay que hacer es averiguar quién es el enemigo.

Sabemos que al fondo de todo están los valores, aquellas ideas tan básicas que parecen haber nacido con nosotros, y que de hecho se forjaron durante la etapa temprana de nuestra vida. A veces, los enmascaramos y entremezclamos con ideas religiosas, y con frecuencia los disimulamos o retorcemos para alcanzar una actitud compatible con la que esperan de nosotros. Aprendemos tan bien a ocultar quiénes somos en realidad que con frecuencia llegamos a olvidarlo completamente. Entonces, no es de extrañar que eso de mentir, eso de ocultar lo que pensamos o lo que sabemos se convierta en herramienta de uso diario en nuestro trabajo y en nuestra vida social o familiar. Y es así como escogemos con cada vez mayor frecuencia hablar sin comunicar o escribir sin informar. Y sabiendo que los demás hacen lo mismo acabamos también oyendo sin escuchar, y leyendo sin otorgar el menor crédito a lo que nos dicen.

Decía Sun Tzu que el arte de la guerra es el arte del engaño, pero en toda guerra lo primero que hay que hacer es averiguar quién es el enemigo. Ocultarle cosas a los que nos rodean nos da una ventaja transitoria, nos ahorra explicaciones, y puede que también pasar por algunos malos tragos, pero crea desafección, desconfianza, suspicacias y equívocos, y termina por arruinar el sentimiento de pertenencia.

La transparencia no es una característica más de una organización: Es la característica que la define, y no hay campaña publicitaria o curso de coaching que funcione sin dar ejemplo desde arriba en el árbol jerárquico, sin dar y recibir transparencia. Porque la transparencia es sólo el primer paso hacia la confianza, pero un paso muy importante.

Así que no me importa si eres pretencioso, aprovechado, independiente, sumiso, exigente, despreocupado, delator, depresivo, trepa o tirano. Lo que quiero es que confíes en mí, y lo quiero tanto como poder confiar en ti.