¡Eh, escucha esto! He leído que el uno por ciento de los más ricos atesoran tanto como el resto del mundo junto.
Me ha sorprendido. Pensé que algo habríamos mejorado desde los inicios de la civilización. Tanta democracia, tanta libertad, tanta cultura para que, luego, al fin y al cabo, sigamos ahí la mayoría, hundidos los pies en el barro, empujando la carreta de la desigualdad sobre la que viajan unos pocos. Pero, quizá algo haya cambiado en estos últimos tiempos, sin embargo. Y se trata de otra desigualdad:
Nunca antes se había producido semejante divorcio entre aquellos que atesoran el poder y los que atesoran conocimiento.
Es posible que esto sea debido a que, hasta el momento, el conocimiento no ha conseguido aumentar las expectativas de vida de los más ricos. Banqueros y magnates mueren como los demás, sino antes. No importa la calidad de sus seguros médicos o el prestigio de las clínicas en las que se hospitalizan. Mueren como los demás. Incluso los más pobres se benefician como ellos de habitaciones privadas, aunque un poco más pequeñas, para poder agonizar tranquilamente en familia sin molestar al compañero de habitación. Y esto desanima al rico y consuela al pobre, que lo ve como una especie de democracia natural.
Así que el conocimiento, que no le sirve al rico para perpetuar su imperio o al menos extender su presidencia del consejo un poco más, se transforma en arma de los más pobres. Las nuevas riadas humanas ya no transitan protestando las avenidas del poder, sino que inundan Internet con soflamas cada vez más atrevidas, desde la ubicua comodidad de un dispositivo móvil. Son pobres que por doquier se desencantan de las políticas decimonónicas y se arman con las últimas herramientas tecnológicas en un intento por asaltar el poder y cerrar el hueco de creciente desigualdad.
Molotov ha dejado paso a Twitter.
Aparecen formaciones políticas que ya apenas responden a la vieja formula bidimensional de izquierdas y derechas. Han nacido los partidos n-dimensionales, y plantean propuestas también por arriba, por abajo y por delante de la masa de conservadores, liberales o progresistas que apenas pueden dar ya repuesta a los retos cada vez más acuciantes de una sociedad altamente desafectada y asqueada pero sobradamente educada.
Sí. Conocimiento contra poder. ¿No decían que el saber era poder? Eso era antes. Ya no es así.
A menos que emerja un nuevo poder basado en este nuevo conocimiento:
Todos somos iguales en un mundo conectado.