Canon PowerShot 3S IS, 1/2" f/3,5 y Stellarium |
Hoy, un estridente concierto estival y mi perro ladrándole a un sapo cerca de la piscina me han despertado no sólo a la serena madrugada sino también a la contemplación del cielo nocturno. Y allí, resplandeciente entre los demás astros, se encontraba Júpiter. Visto a través de mi pequeña Canon, y perfectamente alineado con sus otros tres satélites galileanos —Io, Ganimedes y Calisto—, Europa no ocupaba más que un pixel. Pero ese único píxel quizá encierre el mayor de los misterios de nuestro sistema solar: Inimaginables formas de vida, dramas en la oscuridad abisal semejantes a lo que acontecen en nuestro propio mundo prohibido —nuestros mares—. Quién sabe.
La música ha parado. Mi perro duerme ahora en la cocina. El sapo se perdió entre los setos. Jupiter sigue ascendiendo en la quietud de la noche hacia el meridiano, acompañado de su corte satelital.
Hora de volver a la cama. Hora de volver a ti.