viernes, julio 22, 2011

Música para mis oidos

Cuando le pregunto a alguien qué música le gusta, lo hago para averiguar más sobre su personalidad, sobre su forma de ser, porque los gustos musicales de la gente, aunque a veces nos parezcan improbables, son una buena pista hacia el interior del alma.

Lo malo de esta estrategia es que, ya sea por algo parecido a un sentido de la buena educación o por sincera curiosidad, acaban preguntándomelo también a mi. Entonces es cuando siento verguenza de que mis gustos delaten mi persona con la misma fidelidad que yo trato de aprovechar en las respuestas de los demás. Pero el caso es que nadie me impide que yo mismo me haga antes esa pregunta en privado. Y como no tengo nada más privado que este blog, me la formulo aquí y ahora: Pero, ¿qué música me gusta a mi?

En los años setenta, que es cuando empecé a diferenciar mi persona del mundo que me rodeaba, me impresionaban cosas tan heterogéneas como la versión de Eumir Deodato de 2001: A Space Oddisey, o las baladitas como Alone Again, de un tal Gilbert O'Sullivan. Ahora, veo su tupé en Youtube y me maravillo de que nadie le dijera lo ridiculo que estaba. Claro que entonces competía con los Muppets. Otros ritmos que me impresionan eran los que venían de la América negra, entonces dominada por la Tamla Motown. Sí, yo era de los que preferian en las fiestas a James Brown antes que a los Beatles, por más que así ligara más bien poco. En aquellos años, tres canciones me tenían especialmente cautivado por diversos motivos. American Pie me resultaba incomprensible, pero algo interesante debía significar con una música tan alegre y que pegaba tan bien con la voz. Bangla Desh era mucho más fácil de entender con su desgarradora petición de ayuda en la voz de George Harrison. Y los Redbone me tenían comido el coco con su misteriosa The Witch Queen of New Orleans.

En donde todos coincidiamos era en lo potente que era el sonido de Philadelphia, y el vozarrón tan sugerente del hoy difunto Barry White. A mi me embelesaba aquella tonadilla que decía You are the First, The Last, My everything... Eran tiempos de revolución, donde el imponente sonido del rock simfonico de Yes o Genesis se mezclaban con la exquisita sencillez de Supertramp. Eran tiempos también de la invasión romántica de Italia. Il Guardiano di Faro, Sandro Giacobe... Verdaderamente, eran canciones perfectas para los guateques, esas fiestas que se hacían un poco a escondidas de los padres y donde tenías oportunidad de apreciar la textura de las chicas por primera vez.

Los 80 empezaron con una revolución aún mayor. A Bob Marley se le unían ahora los Sex Pistols, aunque ninguno de los dos eran santos de mi devoción. Yo ya había caido en el misticismo de las bandas electrónicas alemanas como Tangerine Dream o Kraftwerk. La manía con Kraftwerk, por cierto, aún me dura... Era también el despertar del Tecnopop. ¿Te acuerdas de grupos como ABC, Duran Duran, Ultravox o China Crisis? Todos me gustaban... Algunos mantuvieron su popularidad mucho tiempo despues, como Simple Minds o aquellos chicos de Dublin, sí hombre, los U2 del Sunday, Bloody Sunday...  Recuerdo muy vividamente una discoteca de un barrio industrial de Barcelona donde sólo sonaba musica tecno, estilo Enola Gay, mientras proyectaban pelis porno de no importa qué tematica. Sólo recuerdo que en una de ellas unas chicas se lo montaban con un póster de John Travolta. ¿Te lo puedes creer?

Pero no sería justo que pretendiera ignorar al que fuera mi verdadero ídolo estos años: David Bowie. Sí, no sé por qué me gustaba, pero me gustaba. Entendía bien poco de lo que cantaba en sus canciones, pero su aspecto y su personalidad me subyugaban. Siempre cambiante, siempre fascinante, ya fuera como perro andrógino o como extraterrestre despistado. Fue tambien uno de los que peor encajaron la llegada de las nuevas tecnologías. Y cuando digo nuevas, ¡me refiero al CD!

Si Bowie fue mi idolo particular, sobre todo durante su periplo berlinés con Iggy Pop, mi musa fue Kate Bush. Aunque ahora sus gorgoritos me parecen un poco insufribles, su Wuthering Heights aún me conmueve. Peter Gabriel siempre me reconfortaba, y  Japón ya empezaba a perfilarse en el horizonte del sol naciente por la mano de Ryuichi Sakamoto.

Con los 90 y el CD en pleno apogeo, me pasé a la música clásica. Nada de rap, nada de salsa. De repente, dejaron de interesarme los desvaríos de Bowie para sumergirme en el mundo de los clásicos del romanticismo ruso. Mi bliblioteca se llenó con cientos de CD's de serie barata de música clásica. Es que sonaban tan bien, ahora que por fin tenia un equipo que sonaba de maravilla sin necesidad de brazos tangenciales, agujas de diamante, contrapesos o estroboscopios...

Luego, llegó el MP3, Napster, Youtube, iTunes con su iPod, Spotify, la nube... y ya todo daba igual. El pasado y el mañana eran ahora la misma cosa. Y mis gustos, fiel reflejo de mi estado de ánimo, derivaron al chill out, al downtempo y otros anglicismos. Así descubrí con más de una década de retraso a Goldfrapp, Zero 7, ...

Y para acabar de liarla, se empezaba a hacer buena música en catalán; Antonia Font, Xavi Lloses, El noi de cal Eril...

Habíamos llegado al mismo principio del principio.


Y ahí va uno de mis All Time Top Ten:
  • The Quen Bitch of New Orleans, Redbone
  • America, Simon & Garfunkel
  • The Crime of the Century, Supertramp
  • Love Songs, Simple Minds
  • Europe After the Rain, John Foxx
  • Isobel, Portishead con Bjork
  • Tatouage Bleu, Ben Onono
  • Crazy Girls, True Stories
  • Steam, Peter Gabriel
  • Aerodinamik, Kraftwerk

Es una lista muy subjetiva, incluso para mí. Pero no te preocupes si no te gustan: Tengo más.

¡Qué bien suena esa palabra: Subjetividad... !