martes, abril 26, 2011

El piloto de Hiroshima

La editorial española Paidós decidió editar en enero del 2003 una traducción al castellano de la obra del pensador austríaco Günther Anders, Hiroshima ist überall, conteniendo una colección de correos entre su autor y un tal Claude Eatherly, y ya de paso, cambiarle el nombre por el mucho más comercial de El piloto de Hiroshima.

Eatherly ganó notoriedad como parte de la leyenda urbana sobre el arrepentimiento de algunos miembros de las tripulaciones que participaron en los ataques atómicos a Japón en 1945, que derivaron en una serie de pequeños delitos absurdos, intentos de suicidio e internamientos en centros psiquiatricos. Sin embargo, las verdaderas motivaciones de sus actos, del trato que recibió por parte de las autoridades de su país e incluso del uso que hicieron de su historia las organizaciones contrarias a la bomba atómica son aún hoy en día motivo de controversia.

En realidad, pese a lo que puede leerse en la sinopsis del libro, Claude Eatherly no lanzó ninguna bomba sobre Hiroshima. Se trata del piloto del avión que precedía al Enola Gay para informarle de las condiciones meteorológicas reinantes en los blancos potenciales, Hiroshima, Kokura y Nagasaki, y ni siquiera fue testigo del bombardeo atómico.

De hecho, el texto de contraportada "Eatherly cumplió la orden de destruir un puente situado entre el cuartel general y la ciudad de hiroshima. Pero un error de cálculo hace que la bomba caiga sobre la ciudad. De regreso a la base militar, el 'piloto de Hiroshima' decide dedicar su vida a la lucha contra las armas nucleares" contiene, no una, sino varias falsedades. En primer lugar, Eatherly nunca recibió semejante orden. El bombardeo sobre Hiroshima fue ejecutado con admirable precisión, sin errores de cálculo, aunque por parte de Paul Tibbets. Por añadidura, de regreso a la base, en lugar de convertirse en pacifista, Eatherly aún tuvo tiempo dos días más tarde de participar con su avión B-29, de ridículo nombre Straight Flush, en uno de los últimos bombardeos de la II Guerra Mundial, sobre la ciudad de Yokkaichi.

Incluso el título 'El piloto de Hiroshima' pertenece a otra obra publicada en 1963 por William Bradford Huie precisamente para desmitificar la figura de Eatherly, por lo que es difícil imaginar una sinopsis con mayor número de equívocos, errores u omisiones. Enhorabuena, Paidós.

El libro mismo se limita a transcribir al alemán una serie de breves cartas remitidas por Eatherly a Anders en un inglés 'primitivo' y sin mucha trascendencia filosófica o moral, corregidas además para 'ganar dinamismo', y por Anders a Eatherly, con Anders en el papel de apasionado abogado defensor, y que luego Vicente Gómez Ibáñez ha traducido nuevamente, esta vez al castellano.

Tras su lectura sólo me ha quedado claro que ambos trataron de utilizarse para sus fines particulares, considerando Eatherly a Anders como su 'agente', y acordando repartirse la mitad de las ganancias que se derivaran de una película basada en la vida de Eatherly que jamás llegaría a realizarse.

También me ha quedado claro que Paidós no tiene demasiada seriedad a la hora de publicitar sus obras, y que Hiroshima sigue siendo un filón para editoriales sin escrúpulos. Paragon House Publishers llegó en 1989 a asignar la autoría del libro, titulado en ingles Burning Conscience: The case of the Hiroshima Pilot al propio Eatherly, muerto en 1978, aunque al menos no mintió sobre el alcance de su participación en los bombardeos atómicos.

Si buscas una reflexión profunda sobre Hiroshima y Nagasaki, pero libre de grandilocuencia vacía, no la busques en 'El piloto de Hiroshima'.

En su lugar, sigue estos simples pasos:
  1. Enciende una cerilla.
  2. Acerca la llama a la palma de tu mano hasta que el dolor de la quemadura se vuelva insoportable y creas desvanecerte.multiplica ese dolor por mil millones.
  3. Imagina que ese dolor multiplicado por mil millones que quema tu carne, tu conciencia y tu alma se extiende por generaciones, afectando a tus hijos y a tus nietos.
  4. Bienvenido a Hiroshima