Bebimos y comimos justo antes de entrar de servicio. Para mí, era la primera salida. Para mis compañeros, sólo una noche más.
Atrás quedaban los años de academia y estudio. Ahora, tenía por fin ante mi la realidad.
Apuramos el licor y, al abandonar el gentío de la cantina, nos dividimos en dos grupos. Yo me pegaría como una lapa a un experto detective con una década de experiencia a sus espaldas.
Hacía frio. Lo primero que hicimos fue comprobar las armas, sobre todo la puntería y el foco del catadióptrico, y luego, presto nos lanzamos hacia nuestra primera misión: localizar un par de sospechosos habituales, pura rutina.
Habíamos recibido un soplo según el cual ambos merodeaban el perihelio, cosa que siempre despertaba nuestros recelos.
El primero, al que llamamos 144P/Kushida, no nos lo puso fácil. Sin cola, pálido como un fantasma, y mucho más tenue que lo que nos habían prevenido, sólo el ojo experto de mi compañero pudo destacar del ruido de fondo del cielo, entre artefactos, rayos cósmicos y miriadas de estrellas. Se dirigía hacia el sol cuando le lanzamos el guante. No opuso resistencia.
El segundo, un tipo bastante duro, con una coma del tamaño de la Tierra, y al que apenas conocíamos, llamado P/2008 Q2 Ory, acababa de dejar el sol, y parecía tener mucha prisa en quitarse del medio. El soplo nos lo había pasado un cazarecompensas aficionado suizo, que fue quien le puso el nombre, por lo que nos dirigimos, con mucha cautela, hacia el lugar donde había sido visto por última vez.
Sin embargo, una vez más la maestría en el manejo de las armas por parte de mi compañero pudieron con todas las tretas de Ory para zafarse a nuestra red. Enfriamos el detector, como preparando el cava para la cena, y sumando las mejores de entre varias, mi compañero obtuvo una imagen casi perfecta, astrométricamente hablando...
Lamentablemente, yo tenía que abandonar el servicio, pero dejé a mi compañero dirigiéndose en solitario y con determinación a su siguiente objetivo. Esta noche se encontraba motivado, dispuesto a todo.
Cuando se acabaran los cometas, y antes del amanecer, se lanzaría a la búsqueda de una variable eclipsante, que no es una, sino dos estrellas, una más pequeñita que no cesa de girar en torno a la otra, ocultándola de vez en cuando a nuestra mirada.
Pero bueno, tanto da. Asteroides, cometas, cúmulos globulares o quásares.
Hambre, hambre de apatrullar éstos, los predios de nuestro Señor, mientras la ciudad duerme.