lunes, julio 07, 2008

Y Pancho se irguió

Pancho se puso en pié, oteó por las ventanillas de un coche que se topó en su audaz fuga. Era la culminación de su brillante actuación. En el circo, le habían enseñado mediante el hambre a desafiar al público, imprimirle cierto dramatismo a sus apariciones. Esta vez, el público era un asustado muchacho con una pistola en la mano.

De nada sirvieron los gritos de sus cuidadores. De nada le sirvió ser un mono cariñoso y tranquilo. La bala era mortal. Tal fue el terror que le inspiró al mosso.

Ya sabéis, son muchas más las calamidades que causan los policias con sus armas que las vidas que con ellas salvan. Pero a ver quién desarma ahora a los miles que recorren las calles y parques de Cataluña.

Pancho había llegado años antes a un centro de recuperación de primates a orillas del Onyar, la Fundación Mona, en la llanura de una comarca apropiadamente llamada La Selva, y sólo después de ser explotado en mil formas diferentes por individuos sin escrúpulos.

Por fin pudo Pancho vivir con dignidad. Pero alguien no cerró bien la verja esa tarde de sábado otoñal. Marco, Charly y Pancho no pudieron vencer su curiosidad. Los chimpancés son muy inteligentes, capaces de aprovechar cualquier debilidad para dar rienda suelta a sus ansias de descubrimiento.

Yo creo que debió morir sin comprender nada de los humanos. Con un último pensamiento de sorpresa.

¿Y cómo son los humanos?

Infinita, estúpidamente bondadosos, altruistas a veces. Como esas personas que se arrojan a una corriente para intentar salvar a un perro, para terminar tan muertos como su mascota.

Sádicos, cobardes o simplemente estúpidos otras veces, como los matadores, o aquellos que, al tratar de capturar un pequeño grupo de chimpancés curiosos, culpables únicamente de salir a dar un paseo por una carretera comarcal, los matan a tiros, y luego mienten para cubrir su cobardía.

Quizá el verdadero crimen de Pancho fue ese. Ya sabéis, lo del título. No me atrevo ni a mencionarlo. A mi también me causa miedo.

Sólo soy uno de esos que se irguieron hace unos miles de años y se llaman a sí mismos, aunque no lleven pistola, Homo Sapiens.

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