La cena ya había concluido en la pequeña salita del comedor. Mientras la abuela recogía la mesa, su nieto, un mocetón de 25 años que la obsequiaba con venir a comer y a cenar cada día desde la universidad donde daba clases, miraba distraídamente la televisión.
Atreviéndose a interrumpirlo, le dijo -José Luis, cariño, me vino a ver Javier, ese vecino tan amable, y me instaló unos interruptores en la cocina para que pueda encender y apagar las bombillas de la salita, el dormitorio y el cuarto de baño del primer piso. Pero se fue sin apuntarme qué interruptor va con qué bombilla. Y a mí, con el reuma, me cuesta mucho subir las escaleras para verlo. ¿Podrías tú hacerme ese favor, mi vida?
-Pero abuela,... ¡si estoy hecho polvo! Lo que me pides implica algo así como hacer un juego llamado Mastermind. En la facultad de matemáticas lo llamamos Teoría Combinatoria, y puedo decirte que sólo hay una probabilidad entre seis de acertar los tres interruptores a la primera. Y un tercio de las veces acertaré una sola de las bombillas, aunque, con eso hecho, las probabilidades de acertar las restantes dos bombillas aumentarían hasta el cincuenta por ciento.
La señora se le quedó mirando, atónita.
-Es decir, déjame ver... -José Luis extrajo su ordenador portátil de la mochila y se enfrascó en cálculos durante un buen rato. Luego, anunció triunfalmente -Abuela, si mis cálculos son correctos y todo fuera mal, tendría que subir al primer piso un máximo de... ¡tres veces!, aunque no seas capaz de comprenderlo -y sonrió condescendiente a su abuela. -Bueno, mañana te lo explicaré -concluyó.
Ella, mientras se ponía a lavar platos, le devolvió la sonrisa con ternura, y le vio devolver el ordenador portátil a la mochila y partir con ella al hombro.
Ya sola en casa, unos minutos antes de irse a la cama en el primer piso, la abuela Carmen se dirigió al cuadro de interruptores y pulsó el primero, al azar. Vió un poco la televisión, y se dispuso a ir a la cama. Pero antes, volvío a cerrar el primer interruptor, y pulsó el segundo.
Luego, trabajosamente, fue subiendo las escaleras, llevando en el bolsillo de su bata un trozo de papel y un lápiz.
Cuando llegó al primer piso, se dirigió al dormitorio. La bombilla estaba iluminada. Carmen apuntó 'Interruptor 2 con dormitorio' con mano temblorosa. Luego, se acercó a la bombilla de la salita, y vio que estaba fría. Eso querría decir que la bombilla del cuarto de baño estaría a estas horas caliente, después de haber permanecido encendida unos minutos. Por eso, apuntó lentamente 'el interruptor 1 enciende el baño, y el 3 es el de la salita'.
Finalmente, satisfecha, esbozó una tímida sonrisa y, después de apagar la luz, se metió en la cama y se durmió rápidamente.
Al día siguiente, su nieto, José Luis, volvió a eso de las 2 para disfrutar de un excelente guiso casero. Olvidó el problema de las bombillas, pero su abuela Carmen no se lo recordó. Tendría la cabeza llena de complicados problemas.
¡Era un nieto tan adorable e inteligente!
Dedicado a mi 'cuñao' Pepe. El que me trajo el acertijo en el que se basa este relato, vamos. Pepe parece un hombre sencillo, pero es uno de esos genios renacentistas, que igual te hace una casa de tres pisos como un puzzle tridimensional imposible de resolver.
¡A tu salud!