Nada de esto ocupaba nuestros pensamientos cuando nos aproximábamos por la tranquila autopista una calurosa mañana de primero de mayo. Nuestra idea era visitar el pabellón de la ESA dentro de la feria aeroespacial Berlin Air Show
Lo primero que nos sorprendió fue la gigantesca zona de aparcamiento, perfectamente parcelada por la que transitan veloces pelotones de chicos y chicas guiando a los conductores en la crucial tarea de aparcar ordenada y eficientemente. Luego, rápido transito por las taquillas y el control de metales, aún más rápido transito en uno de los autobuses que, rodando por polvorientas carreteras, nos condujo hasta atravesar alambradas y llegar a la zona de exhibición. Cubas de agua circulando ante los autobuses trabajaban denodadamente para mantener los niveles de polvo al mínimo.
Una vez allí, nos dimos cuenta de la enormidad de la empresa que acabábamos de iniciar. Frente a nosotros, entre un mar metálico de monstruos voladores, nos esperaba blanco y tranquilo el monstruo de los monstruos, el Airbus A 380. Su tamaño empequeñecía incluso a los gigantes transportes militares estadounidenses Galaxy y Globemaster estacionados un poco más lejos.
El A 380 a punto de iniciar su vuelo de exhibición
Nos apresuramos a acercarnos para fotografiarlo de cerca, más que conformes con su contemplación estática. Pero no es esa la naturaleza del monstruo. Un poco más tarde, abriéndose paso entre la gente, el avión rodó hasta la cabecera de pista y, como producto de un extraño sueño, se elevó con sorprendente agilidad con un lejano y modesto rugido. Ya en el aire se puso a hacer cabriolas, como un coloso feliz por haber regresado a sus dominios entre las nubes.
'Bueno, ahí va la vieja Europa', pensé. Porque el A 380 es realmente otro de esos sueños extraños que emanan por todas partes en este viejo continente sin que los europeos, tan poco apegados últimamente al patriotismo, realmente los invoquen. Nos hacemos grandes, se nos ocurren ideas grandes de una forma casi natural, inevitable, pero no por eso dejamos de pelearnos entre nosotros. Demasiados leones en la misma jaula.
Muchos aviones y helicópteros en vuelo, y aún más en tierra; coloristas y exóticos stands, como el enorme dedicado a la industria espacial india; con orquesta Sikh incluida, y calor por todas partes.
Un momento para disfrutar de mis dos aviones preferidos, dos bellezas fruto inesperado de la búsqueda del arma perfecta. Incluso Charo quedó fascinada por las armónicas formas del bombardero atómico B1 B Lancer, que poco después terminaría de seducirla al alzarse en un rapidísimo vuelo de despedida. Más lejano, menos espectacular aunque en vuelo, el bello 'clásico' por excelencia, el caza de la Segunda Guerra Mundial Vickers Supermarine Spitfire.
Bello y letal, el bombardero atómico de geometría variable B 1B Lancer
Ya en el pabellón de la ESA, pudimos ver las últimas apuestas europeas en el espacio, aunque echara de menos la presencia del proyecto Galileo, cuyo stand estaba prácticamente desnudo.
Conduciendo de vuelta a Berlín, y ante el parabrisas de nuestro coche, un viejo Phantom caía presa de una bandada de rapaces Aerofighter Typhoon que lo acosaban, mucho más rápidos y ligeros.
Era hora de volver al mundo real.