Aunque las imágenes eran borrosas, correspondían claramente a una escena de un terrible salvajismo, y la sala contuvo la respiración en silencio mientras las observaba.
Miembros de lo que parecía una tribu cautiva escapaban de una bolsa de plástico enorme al son de una alegre musiquilla, y a continuación, sacrificaban uno de sus miembros al Dios de la Salsa, según los expertos presentes.
La escena había sido difundida desde el polo norte del planeta habitual, del gamberro galáctico por excelencia. El planeta Fernsehen, o Television, llamado así por el texto aparecido en la primera de las muchas transmisiones que se recibirían luego.
Durante mucho tiempo, se habían recibido escenas de este tipo o más duras, incluso. Pero estas eran diferentes. La potencia de la señal, y sobre todo, la naturaleza de las imágenes, indicaban claramente una deliberada voluntad de hacer visible un mensaje de terror por todo el universo. Una voluntad, en suma, de amedrentar, incluso anular, los logros que la convivencia pacífica de múltiples civilizaciones había producido tras milenios de confrontaciones y guerras.
Eso era algo intolerable, y tenía que acabar.
Por una vez, todos los partidos políticos habían cerrado filas para autorizar al gobierno a enviar un ultimátum a aquel distante planeta, cuyos salvajes habitantes llevaban años molestando al vecindario con las continuas transmisiones de programas de televisión de soez lenguaje y peor gusto, en todas las franjas horarias y en todos los canales.
Todo había empezado unos años atrás, con unas imágenes en blanco y negro de un señor de aspecto adusto y con un bigotito ridículo inaugurando unos juegos deportivos. El carácter lúdico de aquella primera transmisión había esperanzado a toda la comunidad galáctica, pero pronto sus esperanzas se derrumbaron ante imágenes de guerra, primero, y luego, de futbol, concursos, teletiendas, más futbol, reality shows, más concursos, más fútbol, y ahora, por fin, esto... El salvajismo elevado a la enésima potencia.
. . .
-¿El señor Peter Charles? Soy el Profesor Van Eiken, de la Asociación Científica Europea de Dispersión Incoherente, y quería...
-¿Eh? ¿De dónde dice que me llama? -interrumpió la voz al otro lado del hilo.
-Del EISCAT... estudios de la ionosfera, y eso... Nosotros difundimos un anunció suyo hace años, para Doritos. ¿Recuerda ahora?
-Ah, sí... lo recuerdo. Una idea magnifica... sí. Lo enviamos a través de una antena en el círculo ártico a una estrella de la Osa Mayor. No creo que nos ayudara a vender un solo paquete de patatas fritas allí, pero desde luego disparó nuestras ventas aquí... Y ustedes se llevaron un buen dinerito para sus chaladuras. ¡Eh! ¿No me dirá que han respondido? ¿Nos han pasado un pedido... ? ¿llama usted por su comisión? Tranquilo... -continuó el hombre, con sorna.
-Bueno, tendríamos que vernos, señor Charles -Un silencio glacial se extendió por la línea. Nos han contestado...
-Pero, ¡si Usted dijo que la estrella estaba tan lejos que, aunque viviera allí una verdadera colonia de belgas, no tendríamos noticias suyas hasta pasados 84 años o más!
-Eso creíamos. Todo esto es de locos, ya lo sé, pero... hace solo cinco años de aquello, y hoy hemos recibido una señal, tan extraña, que no nos hemos atrevido a hacerlo publico, por miedo a la histeria y al pánico colectivo. Pero hemos comprobado su origen, y es auténtica.
-Y... ¿que dice?
-'En nombre de la Confederación de Civilizaciones Unidas, y de todos los doritos del sector Azul, por la presente les conminamos a cesar en sus actividades intimidatorias y criminales, y a dejar de sacrificar nuestros hermanos al aborrecible dios Salsa al que parecen profesar fanática fé. Caso de ignorar esta advertencia, serán apresados y su planeta entero reducido a la esclavitud'.
-Pero, ¡qué diablos... ! ¿Se llaman doritos a sí mismos? ¡Si sólo eran unas patatas fritas mojadas en sala barbacoa! Se lo inventó un chaval de veinte años, ganó un concurso, ¡incluso le dimos un premio! -el ejecutivo estaba al borde del colapso.
-Verá, señor Charles... junto con el mensaje, se adjuntaba una imagen de un representante de los doritos. Se la acabo de enviar por correo electrónico.
-Los demandaremos, ¡nos han plagiado el nombre! Les exigiremos mil millones de dóla... -le interrumpió, al cabo de unos segundos, una imagen espeluznante centelleando en su pantalla.
-Dios mío, ¡son patatas! ¡Son patatas!