viernes, junio 06, 2008

Fondos Soberanos (con S mayúscula)

España goza de una monarquía constitucional. Es decir, de un anacronismo histórico tan caro como inútil. Y si el Principe heredero parece empeñado en confirmarlo, Su Majestad el Rey Juan Carlos I lucha por demostrar que la corona, su propia figura, no sólo cuenta con el cariño popular, siempre tan tornadizo como etéreo, sino con una sólida influencia tanto en España como en el extranjero, y muy particularmente en Oriente Medio, el de los petrodólares.

Quizá pueda explicarse en esa clave el papel del Rey como defensor de los fondos soberanos de paises como Arabia Saudí, o Abu Dhabi. Después de los extraños movimientos del monarca visitando Kuwait, con la excusa de Afganistán, en la nochevieja del 2007, es ahora a Angela Merkel, en un calurorísimo día de junio y en la propia sede de la cancillería en Berlín, a quien Don Juan Carlos quiere convencer de que una Europa en crisis de liquidez necesita de la generosidad árabe, y sin respingos puritanos, ni controles burocráticos. La confianza, ante todo. Y es que los fondos soberanos representan aproximadamente el tamaño de la economía francesa, 2 trillones de dólares, y podrían multiplicarse por 6 en el 2015. Un barril de petróleo por encima de los 100 dólares es el mejor regalo que la presidencia estadounidense podría hacerle a las que, hasta la guerra de Irak, podian considerarse como financieramente agonizantes monarquías del golfo.

Ya lo advertía Bader al-Saad, el gerente de la famosa Autoridad Inversora Kuwaiti (KIA). Si Alemania quiere el dinero árabe, tendrá que seguir mirando para otro lado, como hasta ahora. Y el Rey de España quiere ser garante de esa exigencia. En los años 80, Don Pedro de la Rosa ya había demostrado cómo deben manejarse las inversiones árabes, aunque al final cayera con estrépito por exceso de confianza.

Pero bueno, allí estaba el Rey de España, rodeado de jovenes berlineses que miran con curiosidad qué aspecto tiene un Borbón a 36 grados centígrados.

Rápido almuerzo de trabajo, vuelta al Boeing, unas cuantas toneladas de CO2 desperdigadas sobre Europa y aterrizaje en la corrida de Beneficencia. Todo está conectado. ¿No habré dicho eso ya en muchas ocasiones?

Un dia más tarde, otra vez en Las Ventas, presidiendo la vuelta al ruedo del ídolo del momento, José Tomás, con entradas a 2000 euros, su Majestad ocupa con humildad una localidad de barrera, y el diestro le responde con más humildad aún negándole el brindis. No le dedicará la tortura y muerte de una vaca salvaje. El monarca no se da por aludido.

Toros, sangre e influencias. No es un guión barato de cine. Es la realidad.

Influencias, contactos bilaterales, secreto. Las cuestiones clave se camuflan en un mar de gestiones forjadas, simuladas, y se distraen de la opinión publica, ante las mismas narices de los carabinas oficiales, ministros de exteriores y demás cargos electos que luego juran no haber visto ni oido nada.

Pero, y todo esto.. ¿a quién va a sorprender? Toda la clase política española, su monarquía incluída, se ha aplicado con denuedo a la explotación de las influencias que en razón de su cargo, han recibido por encargo del pueblo.

Es hora de que la misma ética que se exige en los negocios se aplique ahora a cargos públicos de todo rango. Comerciar con influencias en beneficio de los amiguetes debe terminar. Aunque los amiguetes sean jeques árabes. No sólo transparencia, sino control y responsabilidad, es lo que un pais debe exigir a su clase política para evitar bochornosos episodios de tráfico de influencias.

Aunque lo que esté en juego sea mucho, mucho, mucho... quizá muchísimo dinero.