
Habíamos llegado casi al mediodia dispuestos a entrar en la Galeria Uffizi, de Forencia. No sabíamos que el proceso de compra de billetes de entrada no es tan fácil como todo eso, y requiere una reserva telefónica previa que se suele hacer desde el hotel. Eso implicaba ir a otra cola, y empezar de cero. Afortunadamente, unos señores que iban justo delante de nosotros se ofrecieron a hacernos pasar como por parte de su propio grupo.
Dias después de regresar de nuestro viaje, Charo estaba repasando las fotos que habíamos tomado cuando me llamó urgentemente a la pantalla del ordenador para mostrarme una foto aparentemente normal dentro del Coliseo.
Ya se sabe que, en ocasiones, mientras tomamos una foto a una persona en un sitio turístico, se cuela alguien ajeno en la imagen, que además se suele colocar perfectamente centrado y enfocado. En este caso, y tratando de fotografiar a mi hija frente a la arena del Coliseo, se coló una familia entera en el cuadro.

Al observar la foto ya en casa, Charo reparó inmediantamente en la figura de un señor alto, con una camiseta roja, y un perfil renacentista inconfundible, con su familia. Sí, no había confusión. Era la misma familia con la que coincidiriamos cinco dias más tarde, a más de trescientos kilómetros de distancia de allí.

Quien sabe si con un perfil solamente, aunque sea renacentista como el del Duque de Urbino tal como lo viera Piero della Francesca, se puede localizar a un señor de Vitoria.