miércoles, marzo 28, 2007

DRM o el negocio de las cajas de música

El sueño de todo hombre es encontrar un tesoro inagotable, que no le exija ningún esfuerzo, y le colme de beneficios por los siglos de los siglos.

Es decir, hacerse con una buena licencia digital.

Pero los tesoros suelen pertenecer a otros, a muchos. Y con frecuencia, el hallazgo se convierte en un robo.

Hace mucho que la mayor parte de la música y el cine se han convertido en un tesoro inagotable. Algunos ciudadanos corporativos se han hecho con este tesoro, y no dejan a los demás niños disfrutar de él, ni siquiera verlo u oirlo, si no abonan el precio de una licencia. Esta claro que la música ya pertenecía a otros, que el cine ya pertenecía a otros, pero ahora el tesoro es suyo. Se lo compraron a alguien que decía ser el titular legal de los derechos, que probablemente se lo compró a otro. El autor, nadie lo conoce.

En el mundo digital, las licencias son ubicuas. Se adquieren, transmiten, y agotan de una forma fantasmal, pero eso no las ha convertido en más livianas, más ligeras. Todo lo contrario. Miles de mentes privilegiadas se enconan en colar una de esas, lo más grande posible, por todos los resquicios de nuestra vida.

He oido que una empresa de Internet pretende cobrar 12 euros por descargar en unos cuantos días una película que solo puedes ver con Windows Media, o 3 por descargar una versión de inferior calidad para verla un número muy limitado de veces.

Esto me parece claramente una estupidez. Los DRM están arruinando muchos más negocios de los que crean, y solo parecen enriquecer a los propietarios de las propias licencias de software DRM, por no decir el flaco favor que le hacen a la cultura.

Para algunos, este descubrimiento llega demasiado tarde.

Espero que no para la mayoría.