¿Os acordáis de aquellos tiempos en los que las personas utilizaban el parabrisas trasero de sus vehículos para hacernos partícipes de que amaban Nueva York, iban de veraneo a Peñíscola o disfrutaban de aire acondicionado?
Las marcas lo eran todo. Acababan de nacer, y simplificaban nuestro mundo. La gente se compraba un Rolex o un Mercedes para no dar explicaciones. Las daría sobradamente por ellos el mostrar un buen reloj en la muñeca.
Luego, las cosas se complicaron. Pero las marcas sobrevivieron, y se adaptaron a los nuevos tiempos.
Fumar Marlboro ya no era tan sintomático de ser un apuesto Cowboy, pero si uno quería parecer moderno, necesitaba lucir un iPhone.
Dicen, e insisten los expertos en Marketing, que la marca lo es todo. Lo será para ellos, que juegan a crear, cuidar e intercambiar marcas. Para el común de los consumidores, las marcas son un torpe intento de oscurecer las características reales del producto hasta hacerlo algo único e inimitable.
Y de nada sirve que nos convenzan de que de las naves de Foxconn, la gigantesca fabrica taiwanesa, salen todos los cacharros tecnológicos que luego serán etiquetados como la última maravilla de Appel, Nintendo, Sony o Intel.
Pero todo esto no es nada comparado con la imparable ascensión de una nueva marca: la marca Natural, y sus acólitos Bio, Verde y Eco.
Miles de productos, ya sean yogures, lubricantes, pañales e incluso productos contaminantes, aseguran ser 'Eco', o 'Naturales'. La moda ha llegado a las salas de obstetricia en las que las madres se disponen a aguantar maratonianos y dolorosos alumbramientos con tal de proporcionar a sus vástagos un parto 'natural'.
El hecho es que, al abrazar una marca, uno abjura de los hechos. Y los hechos, los más fieles representantes de la naturaleza misma, son de una obstinada perseverancia, y se empeñan con terca determinación en poner en evidencia nuestros más inocentes prejuicios.
Así, una mujer que se empeña en descartar una cesarea porque no es natural, acaba cediendo ante una inyección epidural. Pero esto no es una traición a la marca Natural.
No, si consideramos que no hay nada más natural para un ser humano que equivocarse.