Igualdad entre sexos. Por supuesto. A las mujeres hay que tratarlas como a un igual. Como a un ser humano, que es lo que, en realidad, son.
En más de una ocasión, yo mismo he sido sustituido en mi puesto de trabajo por una mujer. Es decir, he dado ejemplo, a veces incluso contra mi voluntad.
Porque, por eso, desde la empresa privada se ha tomado la iniciativa de promocionar a la mujer. Sí, a despecho de sus limitaciones naturales, tales como la menstruación, el embarazo o una, a veces, excesiva susceptibilidad, los directivos de empresas grandes y chicas están respondiendo a este verdadero clamor popular contra la marginación de la mujer, y les están ofreciendo puestos de mayor responsabilidad.
Las jefaturas medias se están llenando de mujeres. Los directivos confían en ellas para toda una variedad de tareas antes reservadas a los hombres. Control interno, auditoría, asesoría legal, contabilidad, ventas, nada queda fuera de aquello que una mujer puede hacer. Promocionadas a puestos de responsabilidad, estas mujeres demuestran día a día que la igualdad es posible.
Pero, para ello, sus empleadores están asumiendo un coste nada desdeñable. De todos es bien sabido que esas mismas mujeres que tan alegremente aceptan esas jefaturas medias no aceptarán de tan buen grado una posición superior, que pudiera incluso competir con aquella de los que las promocionaron.
De esta forma, así como es tan fácil encontrar una mujer en una posición media, casi imposible es encontrarla en una dirección general. Esa carencia de ambición viene unida a cierto conformismo que provoca una tendencia generalizada a cobrar menos que sus homólogos masculinos, a los que, además, se empeñan en poner en evidencia trabajando más y, a menudo, sin sus estridencias, excesos y pérdidas de tiempo.
No, no todo es maravilloso en cuanto a integración femenina se refiere. Las mujeres parecen conformarse con un puesto de trabajo estable donde no sean acosadas por sus jefes, y puedan continuar su doble jornada laboral sirviendo, además, al marido y a los hijos hasta que sean tan mayores que, ya inútiles en todos estos roles, puedan ser despedidas, desechadas, ignoradas.
Oh, No. No es verdad que sean los hombres quienes las utilizan como mano de obra barata pero confiable, mientras siguen atesorando cargos decisorios, y acaparando el grueso de las recompensas. Y mucho menos que los hombres vayan a considerar que, en todo caso, si han de viajar o trabajar hasta tarde, mejor hacerlo en compañía de una atractiva jefa de departamento. Todo eso son infundios, exageraciones.
No. Son las mujeres quienes no desean una igualdad verdadera.
¿Se lo creen?