lunes, mayo 29, 2023

Europa y los regalos de Zeus

Empieza a ser una odiosa costumbre por parte de la Unión Europea sentarse a esperar que los norteamericanos inventen algo, tengan demasiado éxito y terminen por amenazar el modo de vida europeo para imponerles una multa ejemplar y vuelta a empezar.


Cuenta la mitología clásica que el dios Zeus, prendado de Europa, se transformó en un toro blanco y se mezcló con las reses que tenía el padre de la muchacha. Mientras Europa y su séquito recogían flores cerca de la playa, ella vio al toro y acarició sus costados y, al notar que era manso, se montó en él. Zeus aprovechó esa oportunidad: corrió al mar y nadó hasta la isla de Creta llevando a Europa en el lomo. Ya en Creta, Zeus reveló su auténtica identidad, y Europa quedó cautiva.

Como quiera que Europa se mostraba reacia a dejarse dominar, Zeus le regaló un collar y otros tres regalos: Talos (un autómata de bronce), Lélape (un perro que nunca soltaba a su presa) y una jabalina que nunca erraba.  

Y Europa, aquella esbelta y hermosa joven, dijo vale. 

Ahora, volvamos a nuestra Europa, igualmente hermosa aunque no tan joven. Zeus será Norteamérica. Y Europa sigue agitando sus manitas en señal de desaprobación de los magreos a los que Zeus la somete en forma de petabytes de información raptada.

A estas alturas de la película, hemos visto la escena demasiadas veces: ¡Multa récord a tal o cual compañía para que escarmienten y aprendan que aquí en Europa podemos ser muy lentos, muy burocráticos, muy corruptos, pero tenemos unos principios! Es incluso posible que anunciemos faraónicas inversiones para dotarnos también nosotros de invenciones con el potencial de cambiar la vida de las personas. Pero esto ya resulta aburrido porque sabemos que todo es comedia. La multa solo tiene por objetivo demostrar a la opinión pública que tiene un costosísimo gobierno comunitario que de vez en cuando se costea en parte multando a empresas norteamericanas. Y estas empresas pelean y se resisten teatralmente porque todos sabemos que la enorme y sonora multa es en realidad solo una fracción de los impuestos que no se han pagado en Europa.

Uno se pregunta qué pasaría realmente si la UE fuera un paso más allá en sus imprecaciones y amenazas y prohibiera el acceso al mercado europeo de las empresas norteamericanas que osen desafiar su tenaza reguladora. ¿Podría la UE frenar el acceso de los consumidores europeos a estos productos con la misma facilidad con la que impone multas a sus proveedores? ¿Podría evitar entrar en una espiral de represalias comerciales de las que jamás saldríamos bien parados?

Porque el asunto de fondo es este: Europa no innova. No lo hace al ritmo americano. Seguro que los políticos nos dicen que cada día se patentan miles de cosas, pero la realidad es que no tenemos nada con lo que competir de forma creíble con los Estados Unidos. Despreciamos su estilo de vida, su competitividad, su violencia y su despreocupación por disponer de una Seguridad Social. Pero al mismo tiempo, caemos una y otra y otra vez, y cada vez más profundamente, en la red de su increíblemente potente sistema corporativo. Se vive muy bien en la sociedad garantista y socialmente subvencionada europea cuando además se puede disponer al mismo tiempo de los frutos de otra sociedad mucho más endurecida. 

Nos encanta nuestra forma de vida, sobre todo cuando la podemos revestir de los productos provenientes de otros rincones del mundo que carecen de ella. Y mientras, nuestra dependencia tecnológica (como aún lo es energética) es cada vez mayor.

Seguiremos amenazando y multando por abuso de posición dominante, infracción de leyes de protección intelectual o cualquier otra cosa a Microsoft, Amazon, Qualcomm, Intel, Google, Facebook, WhatsApp, Apple, Twitter, Netflix, Instagram, ChatGTP o cualquier otra. Pero Europa dormirá cada vez más profundamente el sueño de las naciones que se saben destinadas a servir de cuna de aquellos talentos que acabarán por emigrar a los Estados Unidos en busca de la posibilidad de innovar.

Y es que, seamos claros, aunque la sociedad norteamericana es muy desigual, los ricos allí viven mejor y se sienten admirados por sus conciudadanos. Es el poder del dólar, endeudado como está. Mientras Norteamérica conserve esa atracción para los mejores cerebros del mundo —y Europa permita que incluso le roben los suyos— sin realmente necesitar nada más de los demás, nadie va a cuestionar su liderazgo.

Ni siquiera China, ¡que ya debe ser una de sus primeras suministradoras de cerebros en dura competencia con Europa!