lunes, agosto 06, 2012

El favor del lago

¿Por qué gusta la novela negra?
Quizá sólo anhelemos el momento en el que los culpables pagan por sus fechorías.
Pero, aunque es posible que el crimen se pague siempre, raramente lo hace al vencimiento y en la misma moneda. De hecho, la mayoría de los delitos quedan impunes ante los tribunales, y el único consuelo que les queda a las víctimas es el hecho irrefutable de que todos, inocentes y culpables, más tarde o más temprano, tenemos que morir.



«Paso cada día por las mismas calles que tú una vez recorriste, adivino tu perfil en cada esquina. Aquel hotel sobre la colina que puede verse desde toda la ciudad, ese túnel de cemento que discurre bajo la vía y que nos servía de frontera entre la realidad y aquel mundo maravilloso que construimos. Ese ascensor cuyo interior se asemeja a un horno microondas y en el que se selló mi destino.
Y, oh, el calor.
Ese viento africano que peinaba tu rubia cabellera mientras me mirabas embelesada. La verdad es que apenas puedo mirar en ninguna dirección que no me hable de ti. Todo, absolutamente todo, está manchado de ti. Quizá sería más fácil si me trasladara a otra ciudad. O quizá no lo sería, porque tú ya formas parte de mí, y ¿cómo podría yo huir de mi mismo? Dime, ¿cómo podría huir de mi mismo?
Por favor, no guardes silencio, dímelo.
Por favor, es importante para mí, por favor, por favor…»
Mensaje instantáneo del 15.06 a las 05:01.

“—Bueno, pues yo creo que está claro. Aunque sólo tenemos copias de los mensajes que subió desde su móvil, no tengo duda de que ese tipo estaba loco por esa mujer y se tiró a la vía cuando comprendió que todo había acabado entre los dos —concluyó el subinspector García.
—Pobre diablo. Siquiera le remitía los mensajes —añadió su joven compañero, el subinspector O’Shea—. Los colgaba en una especie de tablón sin nombrarla directamente, así que no hemos podido determinar la identidad de la chica. Quizá ella ni se enteró.
—Pues mejor así —replicó el primero.
—Sí. Pero estas cosas me deprimen. Morir por amor, con la cantidad de mujeres que hay en el mundo. Prefiero pensar en él como en un tipo enfermo... o como una víctima. ¿No crees que alguien pudo forzarle a representar una especie de…. drama suicida?
—¿Quieres decir que alguien le indujo al suicidio? —replicó García.
—Quizá de forma involuntaria, ¿no te parece?
—Pues… no sé. Es cierto que tenía una buena posición y una familia. Su esposa, aunque mucho mayor que su amante, era muy atractiva y ganaba un montón de pasta. Pero su vida no le satisfacía. Debía sentirse como en una jaula de oro. No es el típico psicópata ni creo que fuera tan manipulable. Es difícil meterse en la mente de una persona que decide quitarse la vida.
—Tiene rasgos psicópatas —interrumpió O`Shea—. Un pianista del que se esperaban grandes cosas, pero que jamás llegó a triunfar. Sin embargo, fue suficientemente atractivo como para conquistar con su lastimera historia y elegante porte a una rica divorciada en busca de un amante con estilo. Cuando su nueva esposa descubrió que tan sólo era un hombre sin valor empezó a menospreciarlo. Tuvieron un hijo que no consiguió traer la felicidad a la pareja. Él se refugió en la bebida y en una interminable lista de pequeñas infidelidades, la mayoría usando jóvenes alumnas a las que daba eventualmente clases particulares de piano. Aunque el suministro de jóvenes amantes nunca se agotaba, él empezó a comportarse de una forma retraída. Casi mística. Aunque no tenía antecedentes de trastornos psíquicos, escribía una especie de diario en la red. En sus páginas, describía escenas morbosas como fantasías, pero nunca se refería a sus amantes directamente, como si las protegiese. Y la última lo debió terminar de descentrar. Él era consciente de que esta relación, fuera cual fuese en naturaleza, era de alguna forma especial y a pesar de haberla revelado a su esposa, mantenía todo lo demás en un gran secreto. Como si se encontrara inmerso en una lucha interna.
—Hablas como un psicólogo, pero no lo eres —protestó García—. Su mujer pensaría en esa discreción como algo digno de agradecer. Ella tenía un importante cargo directivo en un banco.
—Pero, si habían mantenido en secreto esa relación, la imposibilidad de poder expresar su dolor por la ausencia de su amor a su círculo más cercano tuvo que aumentarlo a límites intolerables. Una bomba de relojería dispuesta  a estallar.
—De todas formas, me sigue pareciendo difícil pensar en él como un loco o como una victima de un complot. Además, el verano... Ya sabes: días más largos, calor, se dispara la testosterona, la serotonina... El amor, ¡ah, el amor! Aunque luego llega el invierno, triunfa la oxitocina, uno de los dos se olvida de sus promesas y el otro se queda colgado. O quizá fuese tan sólo un accidente —aventuró García—. Él llevaba puestos sus cascos de música. No debió oír al maquinista...
—Hablas como un químico, pero no lo eres —protestó en revancha O´Shea—. Su esposa estaba destrozada —añadió el policia después de una pequeña pausa.
—No tanto como él, puedo asegurártelo.
Mal chiste. Ambos sonrieron amargamente al abandonar la sala.”

* * *

He leído que, sin móvil, no hay crimen. En esta historia falta el móvil. Además, él es adúltero y su personaje resulta poco simpático para el lector. Quizá por eso siquiera se ha mencionado su nombre. Pero esto no es una ficción. Poco importa si resulta atractivo como víctima o como asesino. Si el incidente se hubiera producido en otro país y sus protagonistas no fueran ricos, no habría prácticamente ninguna posibilidad de que llegara jamás a esclarecerse. Pero éste es un país desarrollado. Un lugar donde todo el mundo tiene un nombre. La policía no se quedará en la superficie del asunto. Hay muchos detalles que aun no se han citado y que pueden representar uno de esos típicos giros en la investigación que tanto gustan a ese público ávido de una morbosidad moderada.
Un típico giro consistiría en que, en realidad, fuera su esposa la amante de la joven. Pero eso no sería incompatible con la idea del suicidio. Digamos que él no se refería a la chica, sino a su propia esposa, en la carta de despedida. Sería, sin duda, un asunto desgraciado, pero no un asesinato. Además, su muerte no representa ningún beneficio para ninguna de las dos mujeres. Así pues, caso cerrado.
Pero los casos cerrados se pueden reabrir. Seguro que éste lo hace.

* * *
«Yo quería que sus ojos se cruzaran con los míos, pero no los levantó de su teléfono móvil en todo el trayecto. Miré en torno a mí y por un momento, me encontré rodeado de personas que no estaban allí. Sus expresiones denotaban ausencia. Todas se habían refugiado ya en un mundo distante, en algún rincón de sus teléfonos móviles. Y yo estaba en medio, solo, rogando que una sola de esas personas alzara su vista y me confirmara que yo existo.
Luego, atravesé la ciudad y desde el exterior podía adivinar en cada uno de los innumerables bares, en su mayoría casi vacios, el mismo recuadro de un verde intenso brillar en su interior. Pero allí sólo había algunos clientes prestando cansinamente atención a las imágenes de unos individuos corriendo tras un balón.
¡Mi piano no puede expresar tanta tristeza!»
Mensaje instantáneo del 21.07 a las 21:15.

“—Entonces, a éste no le gustaba el fútbol. Lo deberíamos llamar el suicida poeta, ¿no te parece? —aventuró O´Shea.
—O el poeta suicida —corrigió García.
—El maquinista dice que no lo vio.
—Aunque lo hubiera visto, no hubiera tenido espacio para frenar.
—Pero dice que no lo vio —insistió O´Shea.
—Lo decidiría en el último momento. O sería un accidente. Ya te lo dije. Iba escuchando música. No es una mala muerte.
—O alguien lo habría puesto allí —O´Shea parecía reacio a abandonar la idea de que había algo raro en aquella historia.
—En su sangre no había rastro de alcohol o drogas. Su coche, un elegante Mercedes SLK de color negro, estaba perfectamente aparcado en las cercanías, y no se encontró rastro de violencia en su interior.
—No quiero decir que lo hubieran arrastrado físicamente.
—¿Insistes en que fue provocado y luego se asesinó a sí mismo?
—En cierta forma, así pudo ser. Pero cada vez estoy más convencido de que él no quería morir antes de esa tarde. Había conocido a una persona. Estaban planeando un viaje a algún sitio. Una especie de escapada romántica —añadió O´Shea.
—¿Con una persona distinta a la mujer de la que decía estar perdidamente enamorado? Es un verdadero donjuán —se rió  García—. Pero aún así pudo desilusionarse. Retomar una idea largamente acariciada: La idea de morir —y su semblante se oscureció de inmediato.
—No soy psicólogo, cierto—interrumpió O´Shea a su compañero con inusitada familiaridad—, pero esa persona le esperaba al otro lado de la ciudad aquella tarde. Cabe incluso que fuera su misteriosa enamorada. Él no tenía motivos para morir antes de aquella tarde. Algo debió ocurrir entre las 13:10 del 22 de julio y el momento en que un tren lo arrolló, cinco horas más tarde.
—No hace falta un psicólogo para ver que aquí nadie se beneficia de su muerte. Sólo tiene deudas, su seguro de vida es irrisorio y no se hará efectivo si su muerte ha sido provocada. Incluso su viuda parece haberle perdonado. Simplemente, llegó el día en que echó la vista atrás y lo que vio no le gustó; esa chica sería su última oportunidad y cuando comprendió que ella había perdido el interés por él, decidió ponerle fin a todo. No conseguirás demostrar que fue asesinado —zanjó García.
No obstante, no se trataba de una verdadera discusión. García sólo estaba poniendo a prueba la capacidad inductiva de su joven asistente. Su capacidad para recoger todos los indicios y construir con ellos teorías de las que, luego, deducirá nuevos indicios en el eterno juego policial. ”

«Me siento desorientado y solo.
¡Amor mío, dime dónde estás!
Ya siquiera noto tu presencia a mi lado. Un extraño frio recorre mi cuerpo…
Por favor, respóndeme… »
Mensaje instantáneo del 22.07 a las 13:10.

* * *

Espero que fuera mejor pianista que poeta. Sin embargo, eso no justificaría su muerte, y yo no conozco ninguna novela negra que acabe concluyendo que, en realidad, no hay caso. ¡Tiene que haber alguna prueba oculta, un testigo de última hora, una revelación inesperada!
Pero se me agotan las ideas...

* * *


“—Mmh, ... esto me recuerda —continuó O´Shea— el caso de la chica que encontramos en el lago. Era aparentemente una desaparición hasta que aquel indio salió de la nada declarando saber dónde se encontraba un cuerpo sin vida. Luego, aquel tipo aseguró que su responsabilidad se limitaba a haber ignorado las voces de auxilio de la chica cuando ella se vio incapaz de regresar a nado a la orilla, porque declaro que él no sabía nadar y no encontró a nadie a quien pedir ayuda… Pudimos averiguar que se trataba de una ciudadana austriaca de unos veinteaños, una tal Tania, cuya desaparición había sido denunciada por sus padres hacía un par de semanas.
—¿Cuánto llevaba en el agua?
—Debía llevar un mes, dijo el forense. El tipo no cesaba de repetir ‘el favor del lago, el favor del lago’ y nos condujo hasta aquel recodo. Fue bastante impresionante porque no había nada allí hasta que llegamos. Entonces, en presencia de todos, el cuerpo debió de perder el lastre y emergió lentamente a la superficie en una especie de macabra coreografía, como respondiendo a sus súplicas. Más tarde, se encontraron sus zapatos y un monedero vacio entre unos matorrales en la orilla.
—Entonces —interrogó García—, ¿crees que alguien aparecerá de repente con alguna sorprendente revelación sobre la verdadera causa de la muerte del poeta suicida... ?”

* * *

Este toque sobrenatural me pone la piel de gallina. Me imagino que descubrieron el cuerpo de la chica una neblinosa mañana. Estaría siendo un verano muy lluvioso y las últimas lluvias torrenciales habrían removido las aguas. Y creo que el favor del lago al que se refiere consiste en que el lago descarga su atormentada conciencia por el horrendo crimen que cometió. No debió gustarle convertirse en cómplice de un asesinato, y se las ingenió para inculpar al asesino y devolver el cuerpo a la superficie.
En la cultura de estos indios, los árboles y los lagos tienen conciencia, son deidades.

* * *

“—El suicida poeta —continuó O´Shea— no tenía nada registrado a su nombre, pero era heredero de la pequeña fortuna de su hermano mayor, gravemente enfermo. Pero, ahora, imagina por un momento— y O´Shea se puso en pie para exponer su teoría con más convicción—: Su ex mujer, despechada por su adultero marido y agobiada por las deudas de un tren de vida que no podía mantener, sabía que esa herencia se haría efectiva en breve. Y se enteró de que él había visitado recientemente un notario y quizá comprendió que debía actuar rápido. Así que urdió un plan maestro para eliminar simultáneamente a su marido infiel y a la mujer que la había robado al marido y asegurar el patrimonio del único hijo de ambos, un chaval de unos trece años, que estudiaba en el extranjero. En cuanto al asesino, vino de muy lejos. De Centroamérica. Ella tenía allí una especie de eterno enamorado, un tal Doctor Julio Vargas, según nos aseguró el hermano del poeta suicida, al que quizá no le fue difícil convencer de que su felicidad pasaba por eliminar a un marido que, en su versión de los hechos, se negaba a concederle el divorcio si no le pagaba una crecida suma. Quizá incluso le convenció de que su marido la estaba sometiendo a chantaje. Y resultaba muy posible: Si ella se veía envuelta en una demanda de divorcio, quizá le costara su posición en el banco y el fisco se le echaría encima. Entonces, ideó un plan para darle una lección a su marido y salvaguardar su patrimonio. Se puso en contacto con la chica y le dijo que debían verse en secreto para tratar el tema de la herencia. La joven debió poner algún reparo al encuentro pero no deseaba en modo alguno hacerse cómplice en un asunto familiar que amenazaba con arrastrarla también a ella. Además, María, mucho más experimentada y astuta, pudo empatizar con ella, así que finalmente, Tania aceptó acudir con la intención de desvincularse completamente del asunto. Pero, aprovechando el hecho de que nadie más conocía aquel romance ni aquella reunión, en lugar de presentarse ella, lo hizo un sicario contratado por Julio, y... ¡la ahogó en el lago por el simple procedimiento de simular un suicidio! Después de todo, Tania vivía sola en España desde hacía años, pero había dejado un pequeño historial de intentos de suicido en Austria, su país natal. Quizá por eso nadie le dio más vueltas. Luego, María no tuvo más que esperar el momento adecuado para comunicárselo a su infiel marido.
—¿Cómo pudo un sicario simular el suicidio de la chica?
—Julio era médico y regentaba una clínica estética en su país. No le fue difícil suministrarle algún tipo de cloroformo capaz de paralizar las funciones motoras de la chica el tiempo justo para darle un susto o... hacerle imposible nadar hasta la orilla —aventuró O´Shea—. La cantidad tuvo que ser tan pequeña que no quedó rastro de ella tras permanecer el cuerpo varios días en el agua.
—Pero si el poeta suicida y la austriaca estaban relacionados, si Tania era la mujer por la que el pianista se había vuelto loco, deberíamos haber encontrado algún rastro entre las cosas de ella. Mensajes, obsequios, quizá algún residuo biológico del amante... —objetó García.
—La chica vivía en un piso compartido. Sus padres le habían prestado un viejo coche, pero no lo utilizaba porque no podía pagar el seguro. Y todo lo llevaba en su móvil, que se hundió con ella. Las únicas evidencias de esa relación las tenía la esposa en forma de comprobantes de gastos y copias de mensajes, pero para entonces ya había decidido eliminarlas para su propia protección. Así que, aquella tarde, su infiel marido debió recibir un mensaje instantáneo en su móvil con una foto de la chica tal como se la remitió el sicario siguiendo órdenes de alguien. La fotografía la mostraba en su natural belleza, pero sus ojos, abiertos, le miraban sin pestañear desde el rigor de la muerte. Luego, volvió a hundió su cuerpo simulando un suicidio. Entonces, abandonó la escena del crimen y jamás habríamos sabido del paradero de la chica si su asesino no se hubiera visto súbitamente asaltado por unos, digamos, extraños remordimientos.
—Pero su esposa le quería —interrumpió García—. No me cabe en la cabeza que deseara su muerte­.
—En realidad, su esposa quizá no deseara la muerte de nadie. Supongamos que sólo pretendía asustar a la chica para que se fuera de la ciudad simulando su ejecución, y acordó eso originalmente con Julio. Pero el sicario se encaprichó de ella y utilizó el cloroformo para vencer su voluntad, posiblemente violarla y luego ahogarla.
—Y entonces, ¿quién envió la foto? —preguntó impaciente García.
—Es evidente: El antiguo amante de su esposa debió considerar aquello un contratiempo, pero ordenó al sicario volver al lugar del crimen para fotografiar el cuerpo y enviar la imagen a la cuenta de correo del marido desde un cibercafé. No hubo ninguna llamada telefónica que pudiera ser rastreada. Pero, para asegurar el efecto, antes de enviar la imagen, le remitió un mensaje en el que se hacía pasar por Tania, y le aseguraba estar esperándolo al otro lado de la ciudad, para lo cual, él debería atravesar a pie la vía. Y en ese momento, recibió la foto. El efecto fue el deseado, devastador. Julio no hacía otra cosa que explotar la ventaja que la muerte de la chica le había proporcionado. Es incluso posible que jamás informara de esto a María. De esta forma, se deshacía de su antiguo rival y se hacía al mismo tiempo con su futura fortuna y la de María...
—... porque así dejaba su inculpación a merced de su capricho, ¿no?
—Sí, pero todo esto son sólo hipótesis —añadió O´Shea con una gran sensación de triunfo al haber conseguido introducir el germen de la duda en la mente de su compañero—. También cabe que todo fuera parte del plan de María. Era una mujer extraordinariamente inteligente, aunque también era lo que los anglosajones llaman una control freak.
—Sea como fuera, el asesino de la chica sólo pudo ser acusado de denegación de auxilio y, sin rastros de crimen y sin conexión alguna con un suicidio sucedido al otro extremo del país, fue puesto en libertad.”

* * *

Un rasgo clásico de la novela negra es la moraleja, la pequeña enseñanza moral que sirve de colofón a lo que se ha relatado. La moraleja suele ser una variante del lema «Quien la hace, la paga». No creo que con esto se pretenda afianzar una moral de sumisión al orden, sino más bien remarcar lo inusual que resulta el hecho de que algo sea justo en este mundo, y lo digno de mención en que ello lo convierte.
Además, en esta historia veo perfilarse una doble moraleja:

El amor y el crimen quedan jamás impunes.

* * *

“—Pero, al llegar el otoño, las cosas empezaron a ir mal —prosiguió O´Shea con su exposición—. El hermano del poeta suicida no murió, sino que se recuperó milagrosamente y empezó a indagar. Contrató un investigador privado y consiguió unir la pista del médico sudamericano con la de la viuda. Sin embargo, después de haberse gastado un montón de dinero y sin pruebas sólidas de que la muerte de su hermano hubiera sido provocada, tuvo que renunciar. Su único consuelo fue que levantó suficiente polvo como para arruinar la carrera profesional de la viuda de su hermano.
—Y ella, ¿terminó por irse a vivir con su amante?
—Sí, pero es extraño: Julio, su flamante marido, murió ahogado accidentalmente durante la luna de miel en un lago de su país, Ecuador, llamado El lago de sangre. Ella jamás se recuperó de estos sucesos y terminó algunos años más tarde internada en un psiquiátrico. Y su hijo, paradójicamente, pasó a la custodia de su tío.
—Morir también ahogado... Es realmente extraño.
—No me refiero a eso. Lo extraño es que el cuerpo no apareció hasta días después, como en el caso de la chica austriaca. Y también es extraño lo que María repetía sin cesar mientras guiaba al equipo de rescate hasta el lugar exacto en el que finalmente emergió el cuerpo.
—Y... ¿qué era? —preguntó García, visiblemente azorado mientras sentía erizarse el vello de sus antebrazos, como imaginándose la respuesta.
—Bueno,... ella no cesaba de repetir ‘el favor del lago..., el favor del lago...’.”

* * *
Descubrí esta canción meses atrás y supe que tenía que escribirle algo. Pero no ha sido hasta hace unos días que, desarrollando la historia del poeta suicida, me vino a la cabeza Umbrellas in the Rain como fondo sonoro. La diminuta y felina escocesa de origen ghanés Jackie Joyce había grabado la canción en 2004 para su segundo álbum, Voodoo Chic, y contenía algo inquietante y oscuro que he acabado por descubrir escribiendo esta historia.

De hecho, quizá fuera ésta la canción que el poeta sucidida estaba escuchando en el momento de recibir el último mensaje.


Respecto a la foto que ilustra esta narración, tiene también su pequeña historia. Fue tomada a medianoche en un espigón de la Barceloneta, y muestra con toda certeza el resultado de la acción unas horas antes de un ratero de playa: Un monedero vacío y un par de zapatos femeninos de marca. Los dejé donde estaban.


Ahora pertenecen a Tania.