A veces, nuestras emociones nos impiden alcanzar aquello que más deseamos. Obran como una especie de barrera invisible entre nuestros sueños y nuestra realidad. Y es doloroso reconocer que nadie es más culpable que nosotros por no haber aprendido a controlar nuestras emociones, por dar rienda suelta a nuestra ansiedad, a nuestro nerviosismo y al miedo a nosotros mismos.
Si deseas algo o amas a alguien, prepárate antes. Has oido hablar de que enamorarnos nos hace vulnerables, nos pone a merced del objeto de nuestros sentimientos, pero eso no es cierto. Lo que nos hace vulnerables es dejarnos controlar por nuestros sentimientos. No sólo nos hace sentir mal, también le hace sentirse mal a nuestra pareja.
Controlar nuestros sentimientos no es anularlos o desecharlos. No es renunciar a aquello que amamos. No es fingir o pretender no sentir aquello que sentimos. Controlar nuestros sentimientos es aprovechar la tremenda energía de nuestra ilusión para crecer como personas, para preparar el camino a la victoria, para liberarnos de nuestros miedos y nuestras fobias.
Si quieres ganar, por favor, cree en ti mismo, usa la cabeza, ten paciencia, no te rindas, no cedas al pánico. Controla tus emociones, úsalas a tu favor. Jamás en contra. No cedas a los celos, a la rabia, a ningún bajo instinto. No te obsesiones o perderás aquello que amas.
Justo como un jugador de tenis en la última bola del último juego del último set: trabaja para ganar y no pienses en la victoria futura si no quieres que se te escape entre los dedos. Ya habrá tiempo de disfrutarla cuando por fin sea nuestra.
Que sean estas tus últimas lágrimas. Levántate, sacúdete el polvo y ponte en camino.
El mundo es tuyo. Te espera aquello que deseas.