Dice un grupo de respetables científicos que es poco menos que irresponsable que la ONU no dedique sus esfuerzos a planificar la defensa contra un hipotético ataque alienígena, a la vista de que este ataque es probable en un plazo corto de tiempo.
Yo no entiendo qué es lo que ellos entienden por un ‘corto espacio de tiempo’ pero realmente no veo cómo podemos defendernos de algo que, ni de forma indirecta, conocemos. Cuando está por probar la existencia de cualquier tipo de vida más allá de la tierra, el pretender que se trata de un hecho probado, es más, dar por sentado que se tratará de vida semejante a la nuestra, y por ende, de naturaleza agresiva e invasora, es ser bastante reaccionario. Es, más bien, la enésima expresión del miedo al diferente, de xenofobia. Y también una confesión de nuestra naturaleza a veces deleznable.
Pero, además, dar por cierto de que esos invasores disponen de la capacidad técnica para viajar hasta nuestro planeta resulta bastante... contradictorio. Si son parecidos a nosotros, eso quiere decir que aún son incapaces de curar un resfriado o atender servicios de atención al cliente dignos de ese nombre. Mucho menos de emprender viajes interplanetarios.
Si, de verdad, fueran miembros de una raza de desarrollo superior, capaces de salvar las inmensas distancias cósmicas mediante nuevas fuentes de energía y formas de transporte, con toda probabilidad serían pacíficos y no invasores. El motivo es que el aumento de nuestra inteligencia suele acarrear un aumento de nuestra sensibilidad, de nuestra capacidad empática. Hay individuos muy inteligentes que carecen de esta capacidad, pero su número se autolimita porque su superpoblación conduce a su propia extinción. Espero.
Y si no fuera así, si no tuviéramos suerte en nuestro primer encuentro, díganme qué podríamos hacer en nuestra defensa. Qué pudieron hacer los gorilas cuando vieron por primera vez a los hombres... ¿ocultarse tras alguna kentia? Eso en el caso de que, como tantas veces se ha bromeado, los extraterrestres no seamos nosotros, o nuestros tataranietos que vienen del futuro los puentes y fines de semana.
La supervivencia de una civilización, a largo plazo, sólo es posible cuando se arraiga el altruismo y el respeto a la diferencia.
Ser bueno no es una opción. Es una ley universal.