Hace un año, publicaba un artículo sobre el bombardeo atómico de Hiroshima y Nagasaki, y amenazaba con adquirir la costumbre de hacerlo en cada aniversario para no olvidar nunca lo que aquello representó para el curso de la humanidad.
Lo que hace de este hecho algo tan especial es que, aquellos que lo perpetraron, salieron victoriosos y entonando el 'lo volvería a hacer' a coro. Pero algo podría estar cambiando.
En este 65 aniversario, y por primera vez, la conmemoración oficial del bombardeo de Hiroshima ha contado con la presencia del embajador estadounidense, así como de delegados de Gran Bretaña y Francia, y ha disparado las especulaciones sobre una futura visita a la ciudad del propio presidente Obama.
Sin embargo, si lo hiciera, no lo haría para pedir perdón, sino para instar a Japón a continuar sus esfuerzos por lograr un mundo libre de armas atómicas. Y eso sería paradójico viniendo del primer poseedor de armamento atómico del mundo, por más que haya recibido un premio Nobel de la paz a título de anticipo y se haya significado en los foros internacionales por la reducción del arsenal nuclear en el mundo. Y aún así, una visita del presidente Obama podría enfurecer a muchos compatriotas que necesitan seguir aferrados al argumento del Mal Necesario para esquivar la responsabilidad moral por el ataque.
Pero torres más altas han caído.