martes, julio 20, 2010

Te doy un nombre: me perteneces

Creo que el ansia de poner nombre a las cosas para diferenciarlas a nuestros ojos, y así hacerlas más nuestras, se describe admirablemente en la obra maestra de Antoine de Saint-Exupéry, El Principito.

Será por eso que los aficionados a la astronomía no se cansan de poner en guardia al público sobre personas sin escrúpulos que prometen poner el nombre de tu ser querido a una estrella a cambio de algo. Es una bonita idea. ¿Qué hay más eterno, grande y poderoso? Pero no se puede hacer.

Sólo un puñado de personas de la Unión Astronómica Internacional poseen poderes legales para poner nombres a objetos celestes a petición de sus legítimos descubridores. Y no aceptan dinero por ello. Es gratis, pero no fácil... Poner el nombre incluso a una oscura piedra del sistema solar puede llevar años o décadas.

Pero siempre hay soluciones. Algunos aficionados aceptan 'obsequios' por tomar algunas fotos de cuerpos menores en el sistema solar que demuestren su movimiento a través de campos estelares y cuyos nombres ya correspondan con los del ser querido. Piedras que ya recibieron un nombre alusivo a algo o alguien que queremos conmemorar.

No es una idea descabellada. Durante años, esforzados observadores han bautizado a sus descubrimientos con nombres propios de mujer hasta el punto de que existen miles entre los que escoger.

Por ejemplo, (223) Rosa o (14812) Rosario, (54) Alexandra, (558) Carmen o (11350) Teresa.

Y no sóllo mujeres. Héroes deportivos, tenistas o futbolistas como (128036) Rafaelnadal o (2202) Pele. Incluso personajes entrañables como (10160) Totoro.

Y, maravilla de maravillas, ¡también hay nombres de astrónomos! Que (1655) Comas Sola viaje en paz por el sistema solar para siempre.

Cierto es que se desaconseja poner nombres de mascotas, quizá para no frivolizar aún más las ya frecuentemente bizarras denominaciones, aunque hay animales que han cambiado nuestras vidas y lo merecerían, pero hay una limitación muy oportuna, que me gustaría se aplicara también a las nomenclaturas de nuestras calles y equipamientos públicos: la prohibición de utilizar nombres de políticos o militares hasta cien años tras su desaparición.

¿Quieres saber si está el tuyo? Compruébalo aquí:

http://www.cfa.harvard.edu/iau/lists/MPNames.html

Si lo está, quizá alguna alma desinteresada equipada con un buen telescopio pueda mostrártelo.

Pero que sea gratis, gratis total. Como el amor.