miércoles, enero 21, 2009

Velocidad variable, hipocresía fija

El gobierno regional de Cataluña ordenó el pasado 15.01.2009 la aplicación experimental del límite de velocidad variable (VSL) en dos autovías de acceso a Barcelona, la C31 y la C32.

La misma medida ya se aplica en otros muchos puntos del mundo, como desde 1995 en la M25 que circunvala Londres, o en Alemania, donde se estima que un 10% de todo su recorrido por autopista dispone de sistemas de velocidad variable.

Pero en Barcelona, ese mismo día se produjo un alud de quejas de usuarios, e incluso de personas que no se ven afectadas por la medida, que ven a la nueva normativa como una intromisión intolerable a la libertad. Incluso como un insulto al sentido común.

Incluso el RACC, el mayor automóvil Club de España, criticó la medida, pese a que sus propios estudios demuestran que las maniobras bruscas provocan una reducción drástica de la capacidad de las vías.

Pero, dejando de lado la primera objeción por absurda, será más de utilidad echarle un vistazo a la utilidad real de este tipo de medidas.

El gobierno catalán justifica esta medida aludiendo a la necesidad de reducir las emisiones de CO2 y la siniestralidad, pero los objetivos directos de los sistemas de VSL consisten en:

  • Aumentar el flujo de tráfico integrando gradualmente los vehículos
  • Reducir las retenciones bruscas y, con ellas, las colisiones por alcance.
  • Proporcionar información útil a los usuarios sobre el estado del tráfico, permitiéndoles modificar sus rutas, o planificar sus horarios.
  • Aumentar la seguridad de los equipos de trabajo que se desplazan por la zona.

    Nadie duda que evitar el famoso efecto acordeón es una ventaja inmediata, pero sería bueno que los ciudadanos de Cataluña pudieran comprobar por sí mismos lo que la VSL hace, y lo que pasa cuando los límites son fijos.

    Por una vez que nuestros políticos hacen aquello para lo que se les paga...